¿Empatizas demasiado?
Cuando hace unos días publiqué el post de Cómo conectar con los demás encontré algunos comentarios de lectores que me pedían hablar del tema contrario, es decir, qué sucede cuando conectas “demasiado”. Ya anticipo que no es fácil determinar lo que es conectar demasiado, pero trataré de explicarlo de un modo que resulte claro pero en ningún caso querría que resultara dogmático. El modo de relacionarnos con los otros y sentir esa conexión con los demás es algo absolutamente personal y cualquier intento por marcar unos límites de normalidad, chocará con las percepciones personales de cada uno. No obstante, vamos allá con el intento.
Vaya por delante que de entrada, conectar “demasiado” no lo voy a considerar un problema. Ser capaz de sentir a los demás, de empatizar e incluso como dicen los maestros budistas de sentir una “profunda compasión” ante el sufrimiento ajeno, no es algo que yo considere un problema. Podríamos decir que sentir a otra persona profundamente, nos hace humanos. Y eso no tenemos porqué evitarlo, incluso en los casos que esa empatía nos lleve a percibir en nosotros su sufrimiento y por tanto sufrirlo nosotros también. Sentir una profunda compasión y tristeza por las víctimas del terremoto y tsunami del Japón, no es en sí mismo ningún problema, es sólo una muestra de humanidad. Otra cosa es qué hacemos con ese sentimiento o emoción y que reacciones puede provocar. Voy a tratar de explicarme.
Cuando alguien siente que conecta demasiado, puedo intuir que se encuentra en una situación en que se siente “perderse en el otro” y en la que pone las necesidades de la otra persona por encima de las propias. Esto es algo que hacemos en ocasiones por voluntad propia (una madre con sus hijos, en las relaciones de pareja, etc…). Pero hay otras ocasiones en que no existe esa intención de empatizar tan a fondo, sino que nos sucede que no podemos “evitar hacerlo”. Imagino que esas son las circusntancias problemáticas por las que algunos me preguntaban. En un principio las relaciones interpersonales están sujetas en mayor o menor medida al principio de la equidad :en el intercambio social esperamos recibir una recompensa más o menos equivalente a aquello que hemos aportado. No en todos los casos, ni en la misma medida, pero si de un modo genérico. Si siempre le estoy haciendo a un amigo los favores que me pide y un día yo le pido un favor (sencillo) y me lo niega, sentiré que esa equidad se rompe.
Estos casos de manifiesta falta de equidad, vistos desde el lado del “que da” pueden deberse a varios factores internos, pero me centraré como ya he anticipado en las reacciones externas que se suscitan cuando se sa una “empatía no buscada” y donde creo que se genera el problema. Estos comportamientos o reacciones son:
– Falta de asertividad. La persona no desea en realidad hacer eso que le piden, pero no se atreve a manifestarlo. O no está de acuerdo con lo expresado por la otra persona, pero no sabe cómo manifestar su desacuerdo. Un ejemplo puede ser, un jefe que pide un trabajo a un subordinado. Éste puede pensar que esa petición excede sus obligaciones, pero no sabe cómo decirle al jefe que considera que no le toca hacer eso. Y no estoy hablando aquí de una situación puntual, sino de situaciones repetitivas.
– Dependencia emocional. Aqui estamos en un caso algo más problemático, que es la dependencia afectiva. Puede suceder por ejemplo, en parejas. La persona que se siente dependiente suele en general ceder a los deseos de la otra persona por miedo a perderla, aunque en realidad no querría actuar de esa manera. Eso va creando un desequilibrio en la relación, en que una de las partes se siente siempre cediendo.
– Excesiva Sumisión. No es que sea muy diferente a lo nombrado anteriormente, pero la pongo aparte porque puede ser una característica de la personalidad que se caracterizaría por ser excesivamente complaciente con los demás, por poner las necesidades y deseos de los demás por encima de los propios en la mayoría de las ocasiones (aunque en realidad en muchas no querríamos hacerlo). Lo que se dice vulgarmente como “ponerse el último”. Si esto sucede en la mayoría de intercambios de la vida de una persona podemos decir que es sumisa o complaciente.
No quiero no obstante que estos casos citados suenen a patología, pues en su justa medida forman parte del comportamiento humano normal. Cada persona ha de calibrar cuánto le sucede y en que medida le afecta. En realidad esos comportamientos obedecen a una de las necesidades más básicas que tenemos los seres humanos, sentirnos reconocidos. Y esa búsqueda de reconocimiento o de aprobación no es más que uno de los muchos modos en que buscamos sentirnos queridos, que yo diría que es una de nuestras necesidades primordiales. Y además como he dicho, la empatía forma parte de aquello que nos hace más humanos, citando a John Donne:
Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo de continente, una parte de la tierra.; si el mar se lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida, como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos, o la tuya propia. La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti.
Por todo esto expuesto, decía al principio que no es un tema sencillo, ya que en cada persona esa excesiva conexión tendrá unas consecuencias, siendo que unas la vivirán como un regalo y otras, que luego se sienten esclavas de sus propias reacciones, como un infierno. Si estás en este segundo caso piensa no obstante que el quid de la cuestión no estriba en conectar menos, sino en qué hacer después con las emociones que eso te suscita y en cómo comportarte tal y como hemos comentado en los ejemplos citados.
¿Sientes que en ocasiones conectas demasiado? ¿Te supone un problema? ¿Cómo lo manejas?
Si quieres escuchar el post en formato podcast aquí lo tienes:
Mertxe Pasamontes
Comments
Hola Fernando. La idea era tratarlo en los dos planos y que cada cuál lo adaptara al lugar en dónde le sucede. Es que creo que se confunde la empatía con la complacencia, que no son lo mismo. La empatía es el hecho de conectar, pero después de eso, hay que decidir que toca hacer con esa conexión. Tengo más o menos pensado otro post que ahondará un poco más en las reacciones posibles. Gracias por comentar!
Hola Mertxe,
Buf, tema complicado, efectivamente. En mi caso particular, en mi vida personal creo que empatizo de la forma adecuada, inclinándome a veces hacia la parte sumisa, dar para agradar, para que la otra persona se sienta a gusto y yo también. Pero, por suerte, creo que sé donde poner el límite.
Mi problema está en el trabajo, a la gente que tengo por debajo empiezo dándoles, entendiendo que si piden cosas es porque las necesitan, les hago ver que les entiendo, creo vínculos de cercanía,etc… Pero cuando surge algo con lo que no estoy de acuerdo, o veo que intentan abusar y he de negarme, pese a que se lo razono, me encuentro con actitudes hostiles hacia mi persona y digo “persona”, porque usan palabras más allá del trato profesional y atacan a lo personal. Sobre todo cuando se trata de recortar cosas que han tenido en los últimos años. Intento entenderlo en base a lo que leo de “Gestión del Cambio”, pero la verdad es que termino sintiéndome mal por su reaccion, se me hinchan las narices y dejo de empatizar, me limito a hacer lo que debo y a quien no le guste, sabe donde está la puerta.
Conclusión, en lo personal empatizo, en lo profesional me tengo que poner una coraza. Creo que se puede llegar a un punto intermedio, pero no se como. Empezaré por leer más de tus artículos.
Un saludo!
Hola, Mertxe:
Llevo tiempo leyéndote y, aunque otras entradas me han gustado también, con esta me he animado a comentarte mi experiencia.
Siempre he tenido mucha facilidad para empatizar y para actuar de forma sumisa y complaciente. Después de tres años de terapia, he aprendido a poner mis límites y lo que veía hace no mucho como una “maldición” porque no sabía cómo dejar de empatizar, ahora lo veo como lo que es: una cualidad. Y, claro, ya no quiero dejar de empatizar :).
Me parece muy acertada la diferencia que estableces entre la capacidad empática y cómo manejar los sentimientos que esta te genere. Al final, creo que lo que cuenta es aprender dónde están tus límites y marcarlos sin agresión. Esto último es lo que más me ha costado, pero creo que es de las mejores lecciones que he aprendido en mi vida: marcar límites sin agredir al otro, a pesar de (y gracias a) que empatices con él o ella. Lo que yo me digo en esas situaciones es algo así: “Sé que esto no le gusta a tal persona, pero, si no marco un límite aquí, me voy a sentir tan mal que luego no voy a saber actuar”. Luego me suelo preguntar si ese límite ha causado algún daño y de qué manera puedo mejorar la forma en la que lo he dicho. Lo que no me pregunto ya es si debo o no marcar ese límite, porque ya he aprendido que, si está mi salud mental o mi serenidad en juego, tengo que anteponer mi bienestar al de los demás (lo contrario solo genera males peores).
Un saludo (y gracias por compartir tu experiencia con todos),
Inés
Muchas gracias Mertxe!!!! Un post la mar de acertado.
Efectivamente, a mi en lo personal me ocurre, y el problema como dices no es la empatia, que considero una de mis virtudes, si no la reacción posterior… ¿he sido condescendiente? o ¿me han chuleado?, ¿he sido empatico? O ¿he sido sumiso?, ¿me ha guiado la compasión? o ¿me han usado?… Si la respuesta es contraria a la actitud, inicio un proceso de “cabreo inconsciente” de caracter flagelante que me resulta a veces imposible de detener…
Es decir, tengo problemas con las emociones que me suscitan las decisiones que he tomado a traves de esa empatia, y el principio de equidad que postulabas.
Gracias Mertxe, espero que en algun momento hables sobre como actuar ante ello.
Me ha gustado muchísimo esta entrada, muchas gracias. A mí lo que me pasa en algunas ocasiones es que empatizo demasiado con los intereses de mis jefes o clientes y a veces me quemo. Igual debo profundizar en eso que comentas de la necesidad de sentirte reconocido y controlar mi ‘entrega’. Un abrazo.
Me alegro mucho por vuestros comentarios que la entrada os haya resultado útil. No era un tema fácil de abordar ni de explicar, pero veo por las respuestas que quedó claro. 🙂
Hola Mertxe… Me identifico mucho con este post… Te cuento ultimamente paso muy malos momentos por ejemplo al ver a un animal abandonado que me da una pensa inmensa, hasta se me saltan las lagrimas, veo desahucios en television y tambien me afecta y cosas asi… antes no me pasaba y ahora si,esto empieza a preocuparme porque no me deja concentrarme en mi carrera,en estudiar… que puedo hacer?
Hola Daniel
Había que ver la situación en contexto, pero ateniéndome sólo a lo que explicas, tal vez estaría bien que no te resistieras a lo que sientes, que permitas que esas emociones se expresen y veas qué sucede. Si quieres en unos días me comentas…