Soltar el ego
Soltar el ego o como mínimo dejarlo a un lado es una de las aspiraciones de muchos de los practicantes de meditación, mindfulness, yoga y disciplinas afines. Pero como podéis suponer no es nada fácil. La mayoría de las personas viven totalmente identificadas con su ego. Hemos de pensar también que la primera dificultad vendría de definir qué es el ego y además ser capaces de identificar eso en nosotros mismos.
No seré yo quien me arriesgue a definir el ego de un modo taxativo, pues eso también dependería de bajo qué teoría o escuela lo explicáramos. Pero a los efectos que nos interesan, podríamos decir que es nuestro Yo falso, nuestro personaje. Por debajo estaría el sentido del sí mismo, una entidad escurridiza y capciosa en donde estaría aquello que nos hace más auténticos, que nos conecta con nuestros más profundos anhelos, con quien verdaderamente somos. El sí mismo o Yo real sería aquella parte que no fue manchada por el guión de vida, que quizás se replegó sobre sí misma para protegerse del exterior. Todo aquello que de algún modo no pudo ser expresado ni manifestado. Lo que sí que pudo ser manifestado y es auténtico, sería también parte del Yo real. Y aún más profundo o más adentro, quien sabe, estaría ese estado de Conciencia pura en que ni tan sólo hay un yo, sólo un observador que observa.
No pretendo que esa explicación haya sido demasiado clarificadora, pues son conceptos inaprensibles, a los que sólo puede llegarse a través de la propia experiencia. Una experiencia en la que vives avances y retrocesos, en la que en unos momentos te parece estar muy cerca y de repente sucede algo y ese Yo egoico emerge con más fuerza que nunca. Desde que practico a diario mindfulness he ido experimentado un mayor alejamiento de mi ego, muchos momentos en que puedo relativizar mi propio pensamiento y puedo ver que es sólo eso, un pensamiento. También he podido conectar más con mi propia esencia y darme cuenta de qué me hace sentir en conexión conmigo misma y qué es lo que no. Pero a pesar de esos avances, de repente, algo que lees, unas palabras que cruzas con alguien, te dan de lleno en la zona sensible de tu ego, esa que aún no eres capaz de soltar. Y te encuentras pensando como lo hacías años atrás y sintiéndote totalmente aferrado a tu ego, sin ni siquiera saber cómo llegaste ahí. Y de nuevo, tienes que volver a empezar, no desde el principio obviamente, pero renovando tus ganas de seguir en el camino a pesar de esos aparentes retrocesos.
Cuando eso sucede no tiene sentido enfadarse ni culpabilizarse. Ni tan sólo sentir que retrocedes. Forma parte del proceso. Sólo te queda sentarte en silencio y observar. Darte cuenta de qué está sucediendo y a qué parte de ti le afecta, que te resistes a dejar ir. Y conectar con la sabiduría del cuerpo y del corazón, que te indica el camino a seguir mediante la conexión. Eso es algo que también hago en la terapia, ayudar al otro a que descubra cuando está en conexión consigo mismo y cuando se está alejando presionado por el ego o por las fuerzas exteriores.
Lee este cuento sobre el ego y una de sus principales exhibiciones, la vanidad:
Era un hombre excepcionalmente vanidoso y que aún en las cosas más simples quería llamar la atención.
Se encontró con un joven y le dijo:
– Tengo un tambor tan enorme que su sonido se puede escuchar a más de mil kilómetros.El estudiante repuso sonriente:
– Pues, amigo, yo tengo una vaca de tamaño tan descomunal que cuando anda y apoya las patas delanteras, luego tarda todo un día en apoyar las patas traseras.El hombre protestó:
– ¡No puede haber vacas tan grandes!Y el estudiante dijo:
– ¿Ah no?
– Entonces, dime, ¿de dónde crees que sacan la piel para hacer tu tambor?
Lo importante es estar en el camino. Y no hace falta hacerte monje, ni retirarte del mundo, ni creer en nada sobrenatural. Sólo tienes que querer hacerlo y estar dispuesto a perseverar en el camino. Y pensar en los beneficios que obtienes. Porque cuando empiezas a deshacerte del ego, ya no te comparas con nadie. Eres tú, tal cual eres, sin artificios, disfrutando de cada momento, fluyendo en el devenir de la existencia, sin falsos apegos. Y haces del corazón tu guía y tu maestro.
¿Te gustaría soltar, ni que sea un poco, tu ego?
Mertxe Pasamontes
Comments