Aferrarse a los pensamientos
Lee esta pequeña historia:
Tanzan y Ekido caminaban juntos por un sendero lleno de barro. Llovía persistentemente. Al doblar un recodo se encontraron frente a una hermosa joven vestida con un kimono de seda, la cual no se atrevía a cruzar el camino por miedo a mancharse.
«Ven aquí muchacha», dijo Tanzan; y tomándola en sus brazos, pasó limpiamente al otro lado a través del barro.
Eikido no dijo una palabra. Al caer la noche, los dos amigos encontraron alojamiento en un monasterio. Entonces Eikido no pudo contenerse más.» Se supone que nosotros los monjes debemos mantenernos alejado de la mujeres «, recriminó a Tanzan, «especialmente si son jóvenes y bonitas. No hacerlo así es peligroso. ¿Cómo pudiste llevar a aquella muchacha entre tus brazos?»
«Dejé a la chica en el camino», replicó Tanzan ¿»Aún sigue llevándola?»
Del mismo modo que Eikido, muchas veces nos aferramos a nuestros pensamientos y nos empeñamos en mantener en el presente el recuerdo de algo que sucedió en el pasado. El hecho ya pasó y en su momento tuvo mucha o poca importancia. Pero en el momento que lo mantenemos vivo en nuestra mente, le estamos concediendo importancia en el presente, la tuviera o no el pasado.
¿Y tú a que pensamientos te aferras?
Mertxe pasamontes
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Al no aprender a dominar la mente, vivimos arrastrados por ella,y ello es malvivir ya que te impide gozar de lo que nos da la vida.
En el principio
no había existencia ni inexistencia;
todo este mundo era energía sin manifestarse…
El Ser único respiraba, sin respiración,
por su propio poder. Nada más existía…
– Himno de la Creación, Rig Veda
La primera ley espiritual del éxito es la ley de la potencialidad pura. Se basa en el hecho de que, en nuestro estado esencial, somos conciencia pura. La conciencia pura es potencialidad pura; es el campo de todas las posibilidades y de la creati¬vidad infinita. La conciencia pura es nuestra esen¬cia espiritual. Siendo infinita e ilimitada, también es felicidad pura. Otros atributos de la conciencia son el conocimiento puro, el silencio infinito, el equilibrio perfecto, la invencibilidad, la simplicidad y la dicha. Ésa es nuestra naturaleza esencial; una naturaleza de potencialidad pura.
Cuando descubrimos nuestra naturaleza esen¬cial y sabemos quién somos realmente, ese solo conocimiento encierra la capacidad de convertir en realidad todos nuestros sueños, porque somos la posibilidad eterna, el potencial inconmensura¬ble de todo lo que fue, es y será. La ley de la poten¬cialidad pura también podría denominarse ley de la unidad, porque sustentando la infinita diversi¬dad de la vida está la unidad de un solo espíritu omnipresente. No existe separación entre noso¬tros y ese campo de energía. El campo de la po¬tencialidad pura es nuestro propio yo. Y cuanto más desarrollemos nuestra propia naturaleza, más cerca estaremos de ese campo de potencialidad pura.
Vivir de acuerdo con nuestro yo, en una cons¬tante auto-referencia, significa que nuestro pun¬to interno de referencia es nuestro propio espíri¬tu, y no los objetos de nuestra experiencia. Lo contrario de la auto-referencia es la referencia al objeto. Cuando vivimos según la referencia al objeto, estamos siempre influidos por las cosas que están fuera de nuestro yo; entre ellas están las si¬tuaciones en las que nos involucramos, nuestras circunstancias, y las personas y las cosas que nos rodean. Cuando vivimos según la referencia al ob¬jeto, buscamos constantemente la aprobación de los demás. Nuestros pensamientos y comporta¬mientos esperan constantemente una respuesta. Nuestra vida, por tanto, se basa en el temor.
Cuando vivimos según la referencia al obje¬to, también sentimos una intensa necesidad de controlarlo todo. Sentimos intensa necesidad de tener poder externo. La necesidad de aprobación, la necesidad de controlar las cosas y de tener po¬der externo se basan en el temor. Esta forma de poder no es el de la potencialidad pura, ni el po¬der del yo, o poder real. Cuando experimenta¬mos el poder del yo no hay temor, no hay necesi¬dad de controlar, y no hay lucha por la aprobación o por el poder externo.
Cuando vivimos según la referencia al obje¬to, el punto de referencia interno es el ego. Sin embargo, el ego no es lo que realmente somos. El ego es nuestra autoimagen, nuestra máscara social; es el papel que estamos desempeñando. A la más¬cara social le gusta la aprobación; quiere contro¬lar, y se apoya en el poder porque vive en el temor.
Nuestro verdadero yo, que es nuestro espíritu, nuestra alma, está completamente libre de esas cosas. Es inmune a la crítica, no le teme a ningún desafío y no se siente inferior a nadie. Y, sin embar¬go, es humilde y no se siente superior a nadie, por¬que es consciente de que todos los demás son el mis¬mo yo, el mismo espíritu con distintos disfraces.
Ésa es la diferencia esencial entre la referen¬cia al objeto y la auto-referencia. En la auto-refe¬rencia, experimentamos nuestro verdadero ser, el cual no les teme a los desafíos, respeta a todo el mundo y no se siente inferior a nadie. Por tanto, el poder del yo es el verdadero poder.
El poder basado en la referencia al objeto, en cambio, es falso. Siendo un poder que se basa en el ego, existe únicamente mientras exista el obje¬to de referencia. Si uno tiene cierto título – si es el presidente del país o el presidente de la junta directiva de una corporación – o si tiene muchí¬simo dinero, el poder de que disfruta está ligado al título, al cargo o al dinero. El poder basado en el ego dura solamente lo que duran esas cosas. Apenas desaparezcan el título, el cargo y el dine¬ro, desaparecerá el poder.
Por otra parte, el poder del yo es permanente porque se basa en el conocimiento del yo, y este poder tiene ciertas características: Atrae la gente hacia nosotros y también atrae las cosas que de¬seamos. Él magnetiza a las personas, las situacio¬nes y las circunstancias en apoyo de nuestros de¬seos. Esto es lo que se conoce también como apoyo de las leyes de la naturaleza. Es el apoyo de la di¬vinidad; es el apoyo que se deriva de estar en un estado de gracia. Este poder es tal que disfruta¬mos de un vínculo con la gente y la gente disfruta de un vínculo con nosotros. Es el poder de esta¬blecer lazos – lazos que emanan del verdadero amor.
¿Cómo podemos aplicar la ley de la potenciali¬dad pura, el campo de todas las posibilidades, en nuestra vida? Si queremos disfrutar de los benefi¬cios del campo de la potencialidad pura, si quere¬mos utilizar plenamente la creatividad inherente a la conciencia pura, debemos tener acceso a ella. Una manera de tener acceso al campo de la po¬tencialidad pura es por medio de la práctica dia¬ria del silencio, de la meditación y del hábito de no juzgar. Pasar algún tiempo en contacto con la naturaleza también nos brinda acceso a las cuali¬dades inherentes al campo: creatividad infinita, libertad y felicidad.
Practicar el silencio significa comprometernos a destinar cierta cantidad de tiempo sencillamente a ser. Tener la experiencia del silencio significa renunciar periódicamente a la actividad de ha¬blar. También significa renunciar periódicamen¬te a actividades tales como ver televisión, escuchar radio, o leer. Si nunca nos damos la oportunidad de experimentar el silencio, esto crea una turbu¬lencia en nuestro diálogo interno.
Destinemos un corto tiempo de vez en cuan¬do a experimentar el silencio. O sencillamente comprometámonos a hacer silencio durante un determinado tiempo todos los días. Podrían ser dos horas, o si eso nos parece mucho, hagámoslo durante una hora. Y de vez en cuando dedique¬mos un período largo a experimentar el silencio, por ejemplo todo el día, o dos días, o hasta una semana.
¿Qué sucede cuando entramos en esta expe¬riencia del silencio? En un principio, nuestro diá¬logo interno se vuelve todavía más turbulento. Sentimos la necesidad apremiante de decir cosas. He conocido personas que llegan a la desespera¬ción total el primer o el segundo día que se con¬sagran a guardar silencio durante un período pro¬longado. Súbitamente los invade una sensación de urgencia y de ansiedad. Pero a medida que per¬severan en la experiencia, su diálogo interno co¬mienza a callar. Y al poco tiempo, el silencio se vuelve profundo. Esto se debe a que después de cierto tiempo, la mente se da por vencida; se da cuenta de que no tiene sentido insistir e insistir si el yo – el espíritu, el que decide – no desea ha¬blar, y punto. Luego, cuando calla el diálogo in¬terior, empezamos a experimentar la quietud del campo de la potencialidad pura.
Practicar el silencio periódicamente, en el momento que más nos acomode, es una manera de experimentar la ley de la potencialidad pura. Otra manera es dedicar un tiempo todos los días a la meditación. Lo ideal es meditar por lo menos durante treinta minutos por la mañana y treinta minutos por la noche. Por medio de la medita¬ción aprenderemos a experimentar el campo del silencio puro y la conciencia pura. En ese campo del silencio puro está el campo de la correlación infinita, el campo del poder organizador infinito, el terreno último de la creación donde todo está conectado inseparablemente con todo lo demás.
En la quinta ley espiritual, la ley de la. intención y el deseo, aprenderemos la manera de introducir un leve impulso de intención en este campo para que la realización de nuestros deseos tenga lugar espontáneamente. Pero primero debemos tener la experiencia de la quietud. La quietud es el pri¬mer requisito para manifestar nuestros deseos, por¬que en la quietud reside nuestra conexión con el campo de la potencialidad pura, el cual puede or¬ganizar una infinidad de detalles para nosotros.
Imaginemos que lanzamos una piedra peque¬ña en un pozo de agua y observamos las ondas que se forman. Al rato, cuando las ondas desapa¬rezcan y el agua quede quieta, quizás lancemos otra piedra. Eso es exactamente lo que hacemos cuando entramos en el campo del silencio puro e introducimos nuestra intención. En ese silencio, hasta la menor intención avanzará formando on¬das por el terreno subyacente de la conciencia universal, el cual conecta todo con todo lo de¬más. Pero si no experimentamos la quietud de la conciencia, si nuestra mente es como un océano turbulento, podríamos lanzar en él todo el edificio Empire State sin ver efecto alguno. La Biblia dice: «Calla, y sabrás que soy Dios». Esto es algo que sólo se puede lograr a través de la meditación.
Los pensamientos o te transportan al pasado o te hipnotizan con el futuro. Y tanto en un caso como en el otro te apartan de lo único real e importante. El presente.