Conectar con los demás

En La Contra del viernes entrevistan a Faustino García, creador de un modelo alternativo de cárcel que es hoy referencia en toda España. La esencia del modelo es entender que «el otro» es también un ser humano, una persona que siente y padece igual que nosotros.
Creo que los que mejor y más en profundidad han tratado este concepto son los budistas. En el Budismo se habla de la compasión, que en palabras del mismo Dalai Lama sería: el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento. Si deseamos tener un corazón compasivo, el primer paso consiste en cultivar sentimientos de empatía o proximidad hacia los demás. También debemos reconocer la gravedad de su desdicha. Cuanto más cerca estamos de una persona, más insoportable nos resulta verla sufrir. Cuando hablo de cercanía no me refiero a una proximidad meramente física, ni tampoco emocional. Es un sentimiento de responsabilidad, de preocupación por esa persona.
Es en ese estado de cercanía y compresión en el que de verdad estamos conectando con la otra persona. En PNL se habla de esto como rapport: entrar en el mundo del otro y compartirlo.
Ya iremos profundiando sobre estos conceptos en entradas posteriores, de momento os dejo con un cuento para reflexionar:
En una ocasión un discípulo le preguntó a su maestro:
– ¿Dónde está la realidad?
– Justo delante de ti- dijo el maestro.
– Entonces, ¿por qué no la veo?
– Porqué sólo te ves a ti mismo.
¿Eres capaz de conectar con los demás «de verdad»? ¿O sólo los miras superficialmente? ¿Eres capaz de sentir compasión por los demás?
Mertxe Pasamontes
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DEJO UNA HISTORIA PORQUE LO QUE PONES DE CONCTAR CON NOSTROS MISMOS,,,YO DESEO HACERLO,
Las fuentes de la felicidad
HACE DOS AÑOS, una amiga mía tuvo un inesperado golpe de suerte. Dieciocho meses antes de tenerlo había dejado su traba¬jo como enfermera para asociarse con dos amigos en una pequeña empresa de servicios sanitarios. El nuevo negocio tuvo un éxito ful¬gurante y, al cabo de dieciocho meses, fue adquirido por una gran empresa, que les pagó una enorme suma. Tras unos inicios modes¬tos, mi amiga entró en posesión de un patrimonio que le permitió retirarse a la edad de treinta y dos años. La vi no hace mucho y le pre¬gunté cómo disfrutaba de su jubilación anticipada.
-Bueno -me contestó-, es magnífico poder viajar y hacer to¬das las cosas que siempre he deseado. Sin embargo -añadió-, aun¬que parezca extraño, después del entusiasmo por haber ganado tanto dinero, todo volvió más o menos a la normalidad. Claro que ahora tengo una casa nueva y muchas más cosas, pero en conjunto no creo que sea mucho más feliz que antes.
Aproximadamente por la misma época en que mi amiga obtenía sus inesperados beneficios, otro amigo mío de la misma edad descu¬brió que era seropositivo. Hablamos acerca de cómo afrontaba su nueva situación.
-Naturalmente, al principio estaba desolado -me dijo-. Y tar¬dé casi un año en aceptar el hecho de que tenía el virus del sida. Pero las cosas han cambiado este último año. Tengo la impresión de que cada día recibo mucho más que antes y me siento mas feliz que nunca. Parece como si hubiera aprendido a apreciar las cosas cotidianas y me siento agradecido por el hecho de que, hasta el momento, no haya desarrollado ningún síntoma grave y pueda disfrutar realmente de las cosas que tengo. Y aunque, desde luego, preferiría no ser seropositivo, tengo que admitir que eso ha transformado mi vida en algunos aspec¬tos… y favorablemente.
-¿De qué forma? -le pregunté.
-Bueno, siempre he mostrado tendencia a ser un consumado materialista. Durante el pasado año, sin embargo, el hecho de haberme reconciliado con mi destino me dio acceso a un mundo completamen¬te nuevo. Por primera vez en mi vida he empezado a explorar la espi¬ritualidad a leer muchos libros sobre el tema y hablar con la gente…, a descubrir muchas cosas que antes ni siquiera imaginaba que existieran. Eso hace que me sienta muy animado simplemente al levan¬tarme por la mañana, ansiando ver qué traerá el nuevo día.
Estas dos personas ilustran una cuestión esencial: que la felicidad está determinada más por el estado mental que por los acontecimien¬tos externos. El éxito puede dar como resultado una sensación tempo¬ral de regocijo, o la tragedia puede arrojamos a un período de depresión, pero nuestro estado de ánimo tiende a recuperar tarde o temprano un cierto tono normal. Los psicólogos llaman «adaptación» a este pro¬ceso, y todos podemos observar cómo actúa en nuestra vida cotidia¬na: un aumento de sueldo, un coche nuevo o el reconocimiento por parte de nuestros semejantes pueden levantar nuestro ánimo durante un tiempo, pero no tardamos en regresar a nuestro nivel habitual. Del mismo modo, la discusión con un amigo, el tener que dejar el coche en el taller o algún contratiempo nos deja abatidos, pero nos volve¬mos a animar en cuestión de días.
Esta tendencia no se limita a ser una respuesta a hechos triviales, sino que se muestra en condiciones más extremas de triunfo o de desastre. Las investigaciones realizadas con los ganadores de la lotería estatal de Illinois o la lotería británica descubrieron que el entusiasmo inicial terminaba por desaparecer y los individuos regresaban a su ¬estado de animo habitual. Otros estudios han demostrado que incluso quienes se han visto afectados por acontecimientos catastróficos, como el cáncer, la ceguera o la parálisis, suelen recuperar o aproxi¬marse mucho a su nivel anímico normal después de un período de adaptación.
Así pues, si siempre regresamos a nuestro nivel habitual, con independencia de las condiciones externas que nos afectan, ¿qué es lo que determina ese nivel habitual? Y, lo que es más importante ‘¿se puede modificar este y establecer un nivel superior? Recientemente, algunos Investigadores han argumentado que el nivel de bienestar de cada individuo está determinado genéticamente, al menos hasta cierto pun¬to: estudios como el que ha descubierto que los gemelos univitelinos o idénticos (que comparten la misma dotación genética) tienden a mostrar niveles anímicos muy similares, al margen de que fueran edu¬cados juntos o separados, han inducido a los investigadores a postu¬lar la existencia de una tendencia determinada biológicamente, pre¬sente ya en el cerebro en el momento de nacer.
Pero aunque la dotación genética tuviera un papel en la felicidad cuya importancia aún no se ha establecido, la mayoría de los psicó¬logos están de acuerdo en que, al margen de ella, podemos trabajar con el «factor mental» e intensificar las sensaciones que tenemos de felicidad. Ello se debe a que nuestra felicidad cotidiana está determi¬nada en buena medida por nuestra perspectiva. De hecho, que nos sintamos felices o desdichados en un momento determinado frecuentemente tiene que ver sobre todo con la forma de percibir nues¬tra situación, con lo satisfechos que nos sintamos con lo que tene¬mos actualmente.
Merche
Me encantan los cuentos metafóricos…Gracias por compartirlos.
Hola! leí la nota a Faustino García y estoy interesada en contactar con él. Ya que hace dos años trabajé un tiempo en la Carcel Modelo de Coronda, Santa Fe, Argentina y quisiera compartir esta experiencia: «Ciudad Interna» http://ciudadinterna.blogspot.com/, será posible obtener su e-mail? Desde ya muchas gracias! Saludos, Yanina Pikula