El coste del error
¿Qué es el coste del error?
Cuando hablamos de aprender de los errores, muchas veces dejamos de lado un concepto fundamental: aprender a asumir el coste del error. Porque por mucho que la psicología positiva y del “buenrollo” te quiera decir que no hay error sino aprendizaje, claro que hay errores. Después de cometer el error, y sin cargar culpas innecesarias ni buscar perfeccionismos inútiles, ya veremos si somos o no capaces de aprender de ese error. Pero para eso el primer paso es que asumamos que hemos cometido un error. Y el segundo es que queramos subsanarlo.
Pondré un ejemplo de lo que sería el coste del error: entras al cine a ver una película. La entrada te ha costado 8,50 euros. A los 20 minutos te das cuenta de que la película es un tostón que te aburre mortalmente. ¿Qué haces? Tienes dos opciones: quedarte, ya que has pagado por ello aunque no te guste o marcharte, perder el dinero, pero no el tiempo.
Si elegiste quedarte, estamos delante de un típico caso de no asumir el coste del error e incurrir por ello en un doble error: pagar y perder el tiempo.
Podríamos encontrar miles de ejemplos como este, situaciones en las que perseveramos porque no queremos asumir el coste del error. Aquí he puesto un ejemplo baladí, pero eso puede estar operando en cualquier faceta de la vida. En el mundo de los negocios hay muchos casos también: continúas un negocio que no funciona pues no quieres perder el dinero que invertiste en él. Con esa actitud estás perdiendo cada día más dinero (pero te engañas diciendo que lo podrás recuperar más adelante). Lo perdido, perdido está y cuanto antes lo asumamos antes podremos salir de esa situación desfavorable. Bastante rabia da perder un avión justo el día que sales de vacaciones, para encima quedarte en casa todas las vacaciones por no querer comprar otro billete.
¿Cómo decidimos?
Podemos también echar mano de la neurociencia para salir de ese bloqueo mental. El nuerocientífico Pascual- Leone nos explica que el cerebro es tremendamente irracional en sus decisiones aunque nos presenta la decisión de un modo que nos parece tremendamente racional. De hecho la mayor parte de las decisiones tenemos que tomarlas por comparación, es decir, necesitamos un par de opciones para ser capaces de darle al cerebro alguna referencia a la hora de decidir. Nuestro cerebro es terriblemente dicotómico, casi siempre está decidiendo entre una cosa u otra: voy o no voy, cojo carne o pescado del menú, me corto el pelo o me lo dejo largo, etc…Y sí, lo hace hasta en las cosas más triviales. Por tanto, no somos ninguna proeza tomando decisiones aunque tengamos la impresión de que sí. Así que haber tomado una decisión errónea no es tan grave como pueda parecer. Lo pueden ser las consecuencias, lo que tengamos que hacer para salir de ahí. Pero la decisión en sí misma, es la mejor que tuvimos en un momentos y unas circunstancias determinadas.
¿Cuál es el mejor modo de dejar algo atrás?
Y hay un dato más que reseña Pascual-Leone que me parece muy útil tener en cuenta. Sólo cambiamos verdaderamente , sólo conseguimos activar la plasticidad de nuestro cerebro cuando tomamos una decisión que no tiene vuelta atrás. Cuando quemamos las naves. Al hacer eso, toda nuestra energía, todos nuestros pensamiento se dirigen a consolidar el nuevo escenario. Veamos un ejemplo: decidimos dejar un trabajo fijo que nos desagrada profundamente para emprender un proyecto personal. Si nos dejamos la puerta “demasiado abierta” es posible que nuestro cerebro elucubre con la posibilidad de volver a ese lugar (a pesar de que sabemos que nos desagrada) y eso impide que pongamos toda nuestra energía en el proyecto. O si salimos de una relación que sabemos que no nos conviene pero seguimos dándole vueltas a si sería posible.
Sin embargo, si “cerramos algunas puertas” detrás, toda la energía se pone a disposición de nuestra decisión y nuestro cerebro cambia. Como dice Pascual-Leone, ya no somos los mismos que antes de tomar la decisión. El cerebro empieza a “recablearse” de nuevo. Se activa verdaderamente la plasticidad cerebral y todo se pone al servicio de la nueva decisión.
Ojo, que no estoy abogando por decidir siempre quemando las naves. Estoy diciendo que en determinadas situaciones, si queremos de verdad poner toda la carne en el asador, conociendo el funcionamiento “conservador” de nuestro cerebro, la única forma de hacerlo es quemando las naves. Y cuando hay que salir de una situación del coste del error, es uno de los mejores métodos.
¿Asumes el coste del error o te quedas “mirando la película”?¿Merece la pena sufrir dos veces por lo mismo? ¿Te atreves a quemar las naves?
Mertxe Pasamontes
Comments
Ya que he pagado o ya que estoy aquí o ya que estoy casado. Mi teoría del coste del error se basa en la vagancia profunda que tenemos. Tragarse la película es más descansado que estar pensando en nuevas propuestas. Lo curioso es que al quedarse uno inmovilizado, tanga la sensación de que por lo menos no ha tirado el dinero.
Pues sí que es cierto eso que dices, encima te autoengañas diciendo que es un modo de aprovechar la circunstancia. la pregunta es ¿para qué? ¿para aburrirte?
El error obliga a rehacer el camino y eso enseña muchas cosas. Tal vez sea la propia simplicidad del asunto lo que nos conduce al error.De todos es errar; sólo del necio perseverar en el error. De hombres es equivocarse; de locos persistir en el error,”CICERÓN, Marco Tulio”. No hacer nada por miedo a asumir el error,o cometer un error, es ya un error.
Cometer un error y no corregirlo es otro error.
CONFUCIO
El hombre que ha cometido un error y no lo corrige comete otro error mayor.
CONFUCIO
Lo peor no es cometer un error, sino tratar de justificarlo, en vez de aprovecharlo como aviso providencial de nuestra ligereza o ignorancia
error.
haber que yo me entinda…
estoy deacuerdo que quedarte en el lugar perdurando en el error es otro error… pero con esta teoria abandonaríamos todo muy fácilmente…
pues al principio toda cosa cuesta un esfuerzo… y este esfuerzo muchas veces no reconpensa y vemos el resultado como error… pero si somos constantes esa sensación de no recompensar cambia y pasamos de un presunto error a un resultado satisfactorio…
entonces, cómo saber cuando abandonar?
hasta pronto, Mertxe! 🙂