Compasión y Autocompasión: hacia la paz interior
La compasión es el corazón del Mindfulness, una de sus prácticas centrales y la que nos conduce más directamente a sentir paz interior. Desde determinadas corrientes se considera que no es necesario hacer prácticas específicas para conectar con la compasión, pero la realidad es que hacerlas lo facilita mucho. De hecho muchas de las prácticas de compasión provienen, con modificaciones, del budismo tibetano en donde también se considera una práctica esencial. Es además un tipo de práctica clave para activar el sistema de confortamiento, satisfacción y seguridad del que hablé en otro post.
Para los occidentales, no son siempre prácticas sencillas de realizar sobre todo las de autocompasión. Y encima los españoles tenemos un problema añadido y es que el término autocompasión tiene un sentido negativo en nuestra cultura. Para nosotros autocompadecerse es hacerse la víctima y ser débil. Nada que ver con la propuesta que se hace desde los programas de mindfulness y autocompasión en que se persigue lograr un estado de paz interior y seguridad desde el que podamos elegir las metas que de verdad nos importan e ir a por ellas sin estrés ni angustia.
Desde el mindfulness podemos entender la compasión como la capacidad de sentir empatía y amor hacia los demás y además hacerlo desde el cuidado de uno mismo. Y la autocompasión como la capacidad de sentir amor, amabilidad y cuidado hacía uno mismo.
Los problemas con estas prácticas surgen para los occidentales desde dos vertientes: una es la dificultad para abrirse emocionalmente y la otra tiene que ver con las dificultades que tenemos para aceptarnos a nosotros mismos de manera incondicional. Hemos de pensar que este tipo de prácticas no son conformistas sino que siguen el precepto de cambiar lo que se puede cambiar, aceptar lo que no se puede cambiar y sabiduría para ver la diferencia.
La habilidad central que hay que desarrollar en la autocompasión es la apertura con amor. Es abrirse a lo que está sucediendo, sea lo que sea, aceptarlo y acogerlo con amor. No se trata de cambiar lo que estamos sintiendo sino de abrazarlo y acogerlo con cariño y amabilidad. Y desde ese lugar, coger una fuerza amorosa que nos permita llevar a cabo los cambios que sean necesarios. Y si eso no puede cambiarse, darnos cariño y consuelo porque estamos sufriendo. Es ser capaces de estar en la sensibilidad y la vulnerabilidad. Y de ese proceso y de la práctica continuada surge la autoestima verdadera, una que no está condicionada por nada externo sino que está integrada en lo más profundo de nuestro ser y tiene que ver con el amor incondicional hacia uno mismo .
La compasión hacia los demás se desarrolla desde esa compasión hacía uno mismo, ya que es difícil querer de verdad a otros si no nos queremos a nosotros mismos.
¿Cómo se consigue esto? Practicando. Hay que realizar las prácticas frecuentemente y durante un tiempo prolongado para que esas pequeñas semillas de compasión que sembramos en cada una de ellas puedan florecer en nuestro corazón. Y nos lleven a ese estado de satisfacción y paz interior, de felicidad verdadera que tanto ansiamos. Cada vez que practicas estás activando el sistema de confortamiento, satisfacción y seguridad y de algún modo haciéndolo más fuerte. Y este sistema tiene la capacidad de equilibrar a los otros dos, el de amenaza y el de búsqueda del logro. Y con esos tres sistemas equilibrados, empezamos a tener una vida en dónde los objetivos se consiguen desde la tranquilidad y la paz interior.
¿Cómo vas de autocompasión y compasión?
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