Conectar con nuestro instinto
Uno de los aspectos de nosotros mismos que más abandonado tenemos es el hecho de conectar con nuestro instinto. Nos han convencido que el instinto es algo primitivo y por ende primario, de escaso valor y que es mejor no hacerle mucho caso. O directamente nos han educado para ocultarlo cuando sale. Porque le atribuimos muchas características negativas que en realidad no tiene. Vamos a tratar de entenderlo y ver cómo podemos potenciar esa conexión.
Podríamos decir que nuestro instinto se sitúa en capas muy profundas del cerebro, en zonas del llamado cerebro reptiliano y del sistema límbico. Ambas estructuras están compuestas de subestructuras que en muchos casos controlan parte de nuestras funciones corporales (latido cardíaco, presión sanguínea, sueño, hambre, temperatura corporal, etc..) o de nuestras reacciones ( miedo, alegría, etc..) sin apenas intervención del cerebro consciente o racional. Esas subestructuras pueden reaccionar sin ninguna intervención consciente por nuestra parte. Esta sería pues la parte de nuestro cerebro que más nos acerca al cerebro instintivo de los animales.
De hecho, el trabajo conjunto de toda la parte no consciente de nuestro cerebro constituiría el 85% aproximadamente de todo nuestro funcionamiento cerebral, siendo el restante lo que podemos considerar racional o consciente. Por tanto, despreciar todo ese procesamiento sería como despreciar la mayor parte de nuestro funcionamiento cerebral. Pero es algo que se puede entender que hagamos. Privilegiamos la parte racional, ubicada en el córtex cerebral, que es l que nos diferencia del resto de los mamíferos. Y es lo que nos ha permitido y nos permite elaborados y complejos razonamientos mentales y tener una sensación de conciencia y de Yo.
Estamos pues muy orgullosos de nuestra parte racional ya que sentimos que nos hace únicos. Y en gran medida es así. Pero no es menos cierto que el resto tiene también una gran trascendencia, pues procesa una cantidad de información tan ingente que por fuerza tiene que tener un gran impacto. La intuición surge de esa parte inconsciente y muchas veces es más acertada que cualquier razonamiento a posteriori. Aunque nuestro cerebro racional se resista a confiar en la intuición.
Quiero recordar aquí un cuento que ya utilicé en otra ocasión pero que creo que puede ser ilustrativo:
Al atacar a un rebaño, una tigresa dio a luz y poco después murió. El cachorro creció entre las ovejas y llegó él mismo a tomarse por una de ellas, y como una oveja llegó a ser considerado y tratado por el rebaño.
Era sumamente apacible, pacía y balaba, ignorando por completo su verdadera naturaleza. Así transcurrieron algunos años.
Un día llegó un tigre hasta el rebaño y lo atacó. Se quedó estupefacto cuando comprobó que entre las ovejas había un tigre que se comportaba como una oveja más. No pudo por menos que decirle:
–Oye, ¿por qué te comportas como una oveja, si tú eres un tigre?
Pero el tigre-oveja baló asustado.
Entonces el tigre lo condujo ante un lago y le mostró su propia imagen.
Pero el tigre-oveja seguía creyéndose una oveja, hasta tal punto que cuando el tigre recién llegado le dio un trozo de carne ni siquiera quiso probarla.
–Pruébala -le ordenó el tigre.
Asustado, sin dejar de balar, el tigre-oveja probó la carne. En ese momento la carne cruda desató sus instintos de tigre y reconoció de golpe su verdadera y propia naturaleza.
En otros posts ya he hecho sugerencias de cómo ser más intuitivos, pero hoy os voy a contar uno de los modos que utilizo yo para conectar más con mi instinto, que es a través de los caballos. Los caballos son básicamente instintivos. Su instinto y su capacidad para advertir posibles peligros son su única posibilidad de supervivencia en un medio hostil. Y aunque estén domados, conservan su instinto. Por ello pueden captar cualquier incongruencia entre nuestro lenguaje verbal, el corporal y nuestro comportamiento. Pues captar un peligro potencial es parte de su naturaleza. Y esa naturaleza instintiva nos hace a nosotros, cuando nos relacionamos con caballos, ser más conscientes de nosotros mismos. Darnos cuenta de todo eso que está en nuestra parte menos racional, más instintiva. Y que también forma parte de nosotros aunque no seamos conscientes de ello. Por ello, esa relación con el noble bruto, nos enriquece y nos ayuda a conocernos mejor. Ese es uno de lo motivos por los que disfruto tanto de la relación con los caballos.
¿Te parece importante conocer más acerca de nuestra parte inconsciente e instintiva?
Escuchar podcast
Mertxe Pasamontes
Comments
Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa, el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo.
PALACIO VALDÉS, Armando
Los ilustrados, que pertenecían a un grupo social —la burguesía urbana— desarraigado de su naturaleza instintiva, corrompido por la comodidad y deslumbrado por los avances de la civilización, no hacían distinción entre las enseñanzas de la Iglesia y las creencias ancestrales del mundo rural: ambas eran supersticiones irracionales que debían ser arrancadas para que el conocimiento racional adquiriese proporciones monstruosas a costa de la Naturaleza y del instinto —que es lo que está pasando hoy. Goya tiene un cuadro que critica la Inquisición (aun activa a principios del Siglo XIX, afanada en extirpar el liberalismo), pero también pintó éste (“El Aquelarre”) caricaturizando como siniestras las tradiciones folklóricas del mundo aldeano, donde aun subsistían costumbres muy paganizantes.