Twitter, libertad vigilada y gregarismo
Este título de post no es desde luego para ganar amigos. Pero a veces cuando se analiza el comportamiento social, no se puede andar cogiéndotela con papel de fumar, porque si no, no estás analizando nada. Y por eso, lanzo el título, escribo el post y que Dios reparta suerte. 😉 Y como suelo advertir, no se trata de un estudio sociológico en profundidad, ya que no es mi campo, sino que más bien son impresiones, relaciones, opiniones y sobre todo, observación.
Ya he comentado en algún post que el comportamiento en la web 2.0 hunde sus raíces, como no podría ser de otra manera, en nuestros comportamientos en el mundo offline. Para escribir este post me voy a centrar en Twitter por algunas características especiales de su funcionamiento: inmediatez, 140 caracteres, el hecho de que te pueden seguir miles de personas que no conoces sin reciprocidad por tu parte, la atención que ha acaparado en los medios de comunicación, etc… A pesar de eso, gran parte de lo que comento sería válido en otras redes sociales aunque con algunas particularidades.
Cuando llegó Twitter a nuestras vidas, pasamos por todo tipo de reacciones, desde no saber para qué narices servía a verlo como un medio único de acceder a información en tiempo real, conectar con muchísimas personas e intercambiar opiniones y relacionarnos de diferentes maneras. También como una manera más de difundir nuestro trabajo y contribuir así a una creación de nuestra Marca Personal.
Y creo, que una de las cosas que más nos enganchó a muchos fue la sensación de tener voz propia, de poder ser escuchados de una manera que antes no lo habíamos sido. La idea de que había una libertad personal en el acto de escribir un tuit, de que no eramos un medio de comunicación con filtros, redactores, directores, etc… sino personas humanas hablando con voz humana. Eso implicaba que podíamos cometer errores, decir una tontería e incluso molestar a alguno de nuestros seguidores con uno de nuestros tuits. La mayoría de las veces eso se resolvía con un “unfollow” del ofendido y santas pascuas. Si el ofendido era una persona menos inflexible, podías incluso intercambiar varios comentarios y enriquecerte con otros puntos de vista.
Y cuando el perfil era una marca, esperábamos de ellos que también hablaran con voz humana, como bien decían los autores del Manifiesto Cluetrain, lo que ciertamente no se cumplía, ni se cumple, en muchos casos. Luego se vio que Twitter también servía para organizar a la gente e incluso para dinamizar revueltas como las de la Primavera Árabe o nuestro más modesto pero también influyente 15M. Y la herramienta se hizo más y más popular, los medios pusieron sus ojos (por no decir sus garras) sobre ella y cada uno quería un poco de esa resonancia en la Red que un ciudadano de a pie podía tener. Los famosos también vieron el filón, el poder estar en contacto directo con sus fans, y sentir el subidón de ego que imagino que produce abrir una cuenta y en pocas horas tener un millón de seguidores, mientras tu sigues apenas a una treintena. Y que decir de los políticos, que encontraron en las Redes Sociales, como hizo Obama, una de las mejores vías para hacer una campaña electoral en tiempo real, monitorizando las reacciones a cada uno de sus discursos.
Y estos últimos hechos, produjeron efectos que hasta ese momento no habían ocurrido. Ya no era el hogar virtual de los “early adopters” sino una gran comunidad en dónde la guerra por los Trending Topics estaba servida. Ya no era algo espontáneo, sino muchas veces orquestado por todo tipo de fuerzas, más o menos ocultas. Y se produjeron los primeros linchamientos públicos de famosos, que cometían un desliz, un error, algo que de haberlo dicho una persona de a pie, hubiera pasado sin pena ni gloria. Pero al famoso, que siempre había estado respaldado por managers, asesores de comunicación y prensa, etc.. no se le perdonaba. Imagino que muchas personas no podían soportar que su ídolo tuviera pies de barro. Algunos famosos desertaron de las redes y otros pusieron sus cuentas en manos de agencias especializadas que monitorizaran qué decir y qué no. Qué es lo adecuado y qué no lo es. Lo mismo hicieron los políticos aunque en un grado bastante superior ya que disponen de gabinetes de comunicación al completo. Los Community managers proliferaban por doquier, intentando dar con la respuesta más satisfactoria en cada momento (ojo, que muchos hacen un gran trabajo, hay de todo). Y la libertad que caracterizaba la red social, empezó a estar vigilada. Pues ese miedo al resbalón, también lo tenían personas corrientes, porque a poco que tuvieran un número elevado de seguidores podían ser los siguientes en estar en el punto de mira.
Es obvio que hay muchas maneras de responder a un ataque o crisis de reputación, pero también lo es que hay un cierto espíritu gregario que hace que un error se extienda como un reguero de pólvora y explote en la cara del que lo ha cometido antes de que tenga tiempo casi ni de reaccionar. Y ese gregarismo, aunque propio de la especie humana, creo que va en contra del espíritu, no sólo de Twitter sino de la misma Red. El grupo tiende a buscar la conformidad de sus miembros, el llamado efecto Crutchfield. Y en esa conformidad se nos escapa la oportunidad única de expresarnos con voz propia que ha quedado algo difuminada y sin querer ser catastrofista, algo amenazada. Se converge hacia una suerte de pensamiento único 2.0. que no sólo manejan los “gurús” del 2.0 sino en dónde también han metido mano los medios de comunicación tradicionales y las instancias políticas. Y lo peor, es que cada uno sigue teniendo la sensación de que sus comentarios son totalmente libres, que sus RT son escogidos, que no está influido por nadie. Y luego va Klout, cambia el algoritmo, bastantes pierden algunos “puntos” y se arma un buen follón.
Hay una parte positiva en todo esto y es que el Todo vale, ya no funciona. Si la haces muy gorda, te va a pasar factura. Si eres una marca y te descubren mintiendo, la gente se va a enterar. Hay un uso como canal de protesta que me parece estupendo. Pero si es una bobada, es posible que también salgas salpicado pues como bien explica la psicología social a través tres conocidas teorías, aunque cada una de una manera diferente, el resultado final es que en una “masa” se produce un cierto contagio de comportamientos aunque cada uno pueda tener un cierto papel individual en esa conducta colectiva. Al final, no obstante, se reproduce un comportamiento con muchos componentes comunes. Y si se trata de “tumbar” a alguien, aunque cada uno lo haga a su manera, al final se le tumbará. Aunque no existieran motivos reales para hacerlo. Sólo por el gusto de pegar un tiro de “m” contra el ventilador y ver qué pasa. Tal vez el cambio 3.0 que yo pronosticaba no se produzca. O tal vez tarde más en hacerlo. Lo que está claro es que no podemos dejar de pensar por nosotros mismos, hemos de seguir cultivando el pensamiento crítico, filtrando la información que nos llega y preguntándonos si realmente seguir el comportamiento de la masa obedece a una motivación propia o es sólo un deseo de formar parte del grupo. Aún a riesgo de pagar el precio por ser auténtico.
Y ya como conclusión, aclarar por si no lo he explicado bien que creo que tenemos herramientas poderosas para cambiar muchas cosas. Que es de gran valor que nos juntemos con propósitos nobles, de ayuda, de solidaridad, de crecimiento, de protesta con base y conciencia. Pero que también corremos el riesgo de poner, sin darnos ni cuenta, nuestros perfiles sociales a disposición de “los de siempre” y creyendo que estamos cambiando el mundo estar tan sólo comprando el mismo perro con distinto collar.
Hoy no dejaré ninguna pregunta, tan sólo la invitación a que reflexiones un poco sobre todo esto.
Mertxe Pasamontes
Comments
La causa de la libertad se convierte en una burla si el precio a pagar es la destrucción de quienes deberían disfrutar la libertad.
GANDHI, Mohandas
Muy buen post. Creo que en el mundo online tendemos a repetir los comportamientos del mundo offline, especialmente los que no somos nativos. Somos humanos y hemos recibido una educación que es la que es y eso no cambia en cuatro días.
Es posible que dentro de 30 años esto sea distinto, cuando la vida en red este asumida como algo normal y forme parte del día a día. Pero de momento necesitamos referentes, necesitamos alimentar un ego, que nos reafirmen, seguimos necesitando líderes como los de toda la vida… eso del conocimiento y la responsabilidad distribuida está muy bien, pero es difícil de llevar a la práctica por una generación educada en colegios de curas y de monjas. Habría que desaprender pero eso, de nuevo, es una cosa que queda muy bien decirla pero es dificilísima de practicar.
De momento me quedo con la parte positiva. La red influye y hace que pasen cosas que hace 10 años eran impensables, como que un programa de tele se quede sin anunciantes, por ejemplo. Pero no impide que el primer ministro de un país sea no de los que nos metió en todo este follón financiero. Así que fíjate si aún quedan cosas por hacer.
Ah! y gracias por la mención. 🙂
Gracias a ti David, fue un análisis muy ajustado de una crisi de reputación. Yo también confío, pero creo que para que las cosas sucedan hay que estar atentos. porque si no lo estamos nosotros, lo estarán otros.
Interesante post Mertxe, en otra linea de la habitual, pero siempre honesta y libre. Y obligandonos a hacer un sano ejercicio de empujar nuestros límites mentales un poco más. Me parece, que twitter refleja los distintos arquetipos que encontramos en la sociedad, aumentados por la sensación de anonimato. Se potencia el “yo” de cada uno, creo. El narciso es tremendamente obvio, el combativo insoportablemente repetitivo, el productivo no para de mandar enlaces intersantes, el cobarde insulta etc.
Más que fan, Mertxe.
Lo malo de decir lo que piensas (incluso sin filtro alguno, como me pasa a mí mucho) hace que mucha gente no exprese lo que piensa salvo que sea para rebatirte y, en muchos casos, con malos modos.
En fin, que Twitter como herramienta mola, pero muchas personas en Twitter no molan.
Genial 😀
Tenemos una naturaleza y obedecemos a ella aun a nuestro pesar. No importa la razón de qué parte esté, ni incluso qué tanto daño nos podamos hacer, pero una cosa si es segura; hoy no es lo mismo que ayer, ni mañana será como hoy, gracias también a que nuestra naturaleza, no es de piedra.