Altas capacidades invisibles: cuando la diferencia no se nota, pero duele

Altas capacidades y la dificultad de encajar en el mundo
Hay personas que desde muy pequeñas muestran una forma de pensar distinta. Tienen un pensamiento lógico precoz, un lenguaje sorprendentemente avanzado, intereses intensos y específicos, y una sensibilidad emocional y sensorial muy por encima de la media.
Pero no siempre se les identifica como superdotadas.
De hecho, muchas han tenido fracaso escolar. O han sido etiquetadas como problemáticas, raras, solitarias… o simplemente “demasiado intensas”.
Tendemos a pensar que las altas capacidades intelectuales son una ventaja clara. Sin embargo, cuando esa capacidad viene acompañada de una forma muy particular de percibir y sentir el mundo, el panorama cambia.
Porque no se trata solo de inteligencia cognitiva. Se trata de una manera distinta de estar en el mundo, que en entornos normativos o poco flexibles suele generar sufrimiento.
Un perfil invisible (pero muy real)
Estas personas pueden tener serias dificultades para integrarse con naturalidad en muchas actividades sociales o académicas. No porque no lo intenten, sino porque lo que encuentran no les resuena.
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Los juegos infantiles les parecen absurdos.
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Las conversaciones convencionales, vacías o sin sentido.
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Las normas sociales, ilógicas o restrictivas.
Además, suelen tener una alta exigencia interna, una marcada necesidad de autenticidad en los vínculos y una gran intolerancia a la incoherencia. Todo esto se traduce a menudo en retraimiento, evitación o una vida emocional muy rica… pero poco compartida.
No es torpeza social, es falta de resonancia
No se trata de una carencia de habilidades sociales, sino de una dificultad para encontrar resonancia emocional o intelectual en su entorno. Y cuando esto no se comprende, se confunde con timidez, arrogancia, inmadurez o incluso con trastornos del desarrollo.
Por otro lado, muchas de estas personas presentan una hipersensibilidad sensorial: los ruidos, las luces, los olores, las multitudes o las contradicciones emocionales pueden resultar abrumadores. Y ese entorno, que para la mayoría es neutro o incluso estimulante, para ellas puede ser una fuente de constante sobresaturación.
Cuando el mundo no está hecho para ti
Cuando esta forma de estar en el mundo no se comprende ni se nombra, la persona puede crecer sintiéndose inadecuada, culpable o rota. Piensa que su dificultad para adaptarse es una prueba de que hay algo mal en ella.
Y sin embargo, lo que ocurre es justamente lo contrario: su sistema de procesamiento es más fino, más complejo, más exigente… pero también más vulnerable si no encuentra un entorno que lo acoja.
¿Trastorno o singularidad?
Muchas veces estos perfiles quedan fuera de los diagnósticos clásicos. A veces se les etiqueta como TDAH, TEA o trastornos de ansiedad. Y sí, hay casos de comorbilidad. Pero también hay muchos en los que no se trata de una patología, sino de una forma singular de funcionar que no ha sido bien comprendida.
Comprender esta diferencia no significa encasillar.
Significa dar lenguaje, significado y alivio.
Permitir que esa persona entienda su mapa interno y, sobre todo, pueda vivir su diferencia sin miedo ni culpa.
Necesitamos hablar más de esto
Porque detrás de muchos casos de sufrimiento emocional sostenido, de personas que no se adaptan, que se sienten fuera de lugar o que viven con una constante sensación de no pertenecer…
…hay una historia no contada de alta sensibilidad, alta exigencia y una inteligencia que nunca encontró dónde desplegarse.
Y quizá, solo quizá, si empezamos a hablar de esto sin reducirlo a etiquetas, empecemos también a acompañarlo mejor.
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Mertxe Pasamontes