¿Cerrar las puertas o dejar la posibilidad abierta?

Estoy leyendo con fascinación el libro de Dan Ariely Predictably irrational (publicado en español por la editorial Ariel bajo el título Las trampas del deseo) y encuentro numerosos ejemplos de aplicación práctica de cómo funciona nuestro cerebro. Todos ellos están además estudiados bajo situaciones experimentales, lo que hace que no sean una simple impresión sino una prueba bastante fehaciente de cómo funcionamos. Volveré creo en más de una ocasión a este libro, pero hoy me gustaría hablar del tema de «cerrar puertas».
En uno de los experimentos que planteó Ariely y sus colegas se trataba de conseguir la mayor suma de dinero o puntos posibles simplemente haciendo click en una de las tres puertas que aparecían en pantalla. Al principio ninguno de los participantes podía saber cuál era la puerta más ventajosa, pero una vez habías hecho click una vez en cada una, ya sabías cuál era la mejor. Se hicieron diferentes diseños experimentales para probar distintos aspectos de las hipótesis planteadas, pero la clave de todos ellos era que conforme hacías más veces click en una determinada puerta, las otras iban desvaneciéndose de una u otra manera (se hacían más pequeñas, se iban difuminando, etc.). De algún modo, tenías la sensación de que permaneciendo en una sola puerta estabas «cerrándote las otras». A pesar de que permanecer en cualquiera de ellas, daba a la larga el mayor número de puntos posibles, la mayoría de los sujetos experimentales (estudiantes del MIT por cierto) no podían evitar ir clickando las otras puertas, como un modo de no perder esa supuesta oportunidad que parecía cerrarse ante sus ojos. Y digo supuesta porque la mayor parte de ellos eran conscientes de estar en la mejor opción, pero seguían manteniendo las otras «opciones» abiertas. ¿Te suena en tu vida esa actitud?
Si leéis el capítulo del libro que lo explica con atención entenderéis mejor los experimentos, pero ya os adelanto que la conclusión obtenida es que de alguna manera nuestro cerebro es «conservador» y evita cerrar lo que le parecen oportunidades, aunque sean en realidad muy poco valiosas. Para nosotros resulta penoso renunciar a algo que tenga el más mínimo aspecto de valor u oportunidad.
Lo curioso del caso, como ya expliqué en el post de ¿Decidir con cautela o quemar las naves? es que para activar la plasticidad cerebral necesitamos, una vez tomamos una decisión, una vez que hemos escogido una puerta, cerrar las otras. De ese modo, al desechar el resto de opciones, el cerebro pone todo el foco en la opción escogida y realiza los cambios necesarios, las conexiones necesarias para darle a esa opción el máximo de viabilidad. Una vez elegida una opción, coquetear con la no-escogida, aunque sólo sea mentalmente, lo único que hace es no dejar que la elegida se consolide. Vamos a poner un ejemplo: hemos decidido ir a vivir a otra ciudad alejada de la nuestra por cuestiones personales o profesionales. Ha sido una decisión meditada y bien sopesada. Una vez llegados al nuevo destino, lo ideal es «cerrar mentalmente» la opción de volver. No estoy diciendo que tengamos que olvidar el lugar donde vivíamos antes o que tengamos que romper todos los lazos sociales con ese lugar o vender nuestro piso deprisa y corriendo (se puede alquilar, prestar,etc..). Pero si queremos que funcione, que podamos ser felices en ese nuevo lugar, nos hemos de dar una verdadera oportunidad, creer firmemente que es una buena opción y que puede funcionarnos bien. Tener el cuerpo en la nueva ciudad y la mente en la antigua, no es sano ni práctico.
Ante estos datos, una manera práctica de usarlos es aprender a cerrar esas puertas mentalmente. No hace falta, por seguir con la analogía que te vayas de los sitios dando un portazo. 😉 Pero si puedes irte de un trabajo que no te satisface con la clara idea de que no quieres volver, o salir de una relación infeliz con la sana intención de encontrar a otra persona con la que sí puedas ser feliz, o dejar una amistad negativa y buscar nuevos amigos con los que te sientas de verdad apreciado….
Una de las tareas de esta vida seguramente es saber cuándo hay que aferrarse a algo y poner toda la energía y cuándo hay que dejarlo partir.
¿Sueles cerrar las puertas que ya no te sirven? ¿O las dejas siempre abiertas por si acaso?
Mertxe Pasamontes
Comments
Hola Mertxe,
El mundo es un pañuelo y más ahora, que está tan «conectado». Cerrar puertas es una mala idea, porque nunca sabes con quien te vas a encontrar en el futuro.
Puedes encontrarte que tu futuro profesional dependa de un conocido de tu ex.
O que el «indeseable» de tu instituto o facultad sea de buena cuna o le haya caido en gracia a alguien importante.
O que la multinacional despiadada de la que «huiste despavorido» compre la pyme buenrollista en la que estás la mar de cómodo.
Así que nunca digas de este agua no volveré a beber.
Veo el cerrar puertas mentales como un huir de las pesadillas, en vez de ser conscientes de que nadie me asegura, que nunca más ese mal sueño se volverá a repetir. En vez de ello, lo que debemos es mentalizarnos y estudiar cómo nos enfrentaremos a la adversidad la próxima vez que nos encontremos cara a cara con ella, y de qué manera podremos minimizar o combatir el daño que nos causará.
Dejar la puerta abierta, es un por si acaso, ya que nunca sabemos hasta cuando la puerta escogida seguirá dando premios o si un día se agotará la fuente de la felicidad. Si mantenemos las otras puertas abiertas, aun pagando un precio, tendremos otra opción. Si quemamos las naves y las cosas no salen tan bien como esperamos, estamos perdidos.
.-= Ahora mismo, en el blog de Javier Pastor (javpast): Presentaciones efectivas =-.
Por eso Javier hablo de la opción de «cerrarlas mentalmente» y no de decirle al otro que queda cerrada. Haciéndolo así no entramos en conflictos sociales y permitimos a nuestro cerebro ser plástico y no aferrase a cosas pasadas. Pero evidentemente, cada uno tiene y debe hacerlo como mejor le resulte. A mi me gusta la frase de «para que cometer los mismos errores habiendo tantos nuevos por cometer». 🙂
Bonito post,
Sucede a menudo que, tras una ruptura sentimental con la pareja, te aferras al pasado y estás más pendiente de si volverá a entrar por la puerta (que aún no has cerrado) la persona que aún tienes en mente, o en el corazón… Me sucedió hace tiempo, y me preguntaba a menudo cuándo iba a sentirme libre de esa angustia que no me dejaba vivir el prente de la mejor manera. Un día me di cuenta que de tanto esperar había dejado que otras puertas se cerraran delante de mis narices y sin darme apenas cuenta.
El tiempo ayuda a verlo más objetivamente, pero en definitiva somos los que estamos tras las puertas los que debemos de hacer ese esfuerzo para cruzar las nuevas y no quedarnos en la frontera.
Sencillamente se trata de pasar página. No cerrar en el sentido radical porque uno es incapaz de recordar, pues el mejor olvido es el mejor recuerdo, cuando aprendes a recordar si sentir aflicción. Si algo del pasado vuelve, saber apreciar su valor, no sentir el veneno del no haber podido controlarlo. Si nunca más vuelve, pensar que sucedió para que ahora podamos decir en voz alta, y sentir, lo que somos y lo que hemos aprendido.
Un abrazo,
Jordi
http://novmarketing.wordpress.com
.-= Ahora mismo, en el blog de Jordi (J.V.C): ¿Imitación o copia =-.
Muy buen post, Mertxe. Gracias.
Qué post más bonito y más pedagógico. De lo mejor que he leído en mucho tiempo. Te felicito y me felicito por la suerte de haberte leido.
Admiro a la gente que puede desconectar o cerrar puertas mentalmente, sin borrar teléfonos, sin que te duela ver sus fotos… No he podido hacerlo, llevo meses intentando cerrar mentalmente esa puerta pero no hay forma, no logro concentrarme en otros aspectos, incluso profesionales o de actividades que me resultaban placenteras antes, y no hablar de fijarme en otras personas, imposible. Que en el futuro puede que nos volvamos a encontrar? Puede ser, pero pensar en el futuro tampoco me deja cerrar ahora en el presente…
Incluso a la otra persona le tuve que decir que no contactara conmigo (y es que me daba algo de ansiedad y tristeza), que ya contactaría si acaso… He leído por aquí que todo esto es radical, pero no hay forma de hacerlo de otra forma, después de meses intentando hacer la forma supuestamente «correcta» o menos radical.
Vaya, no entiendo por qué pero al escribir el último comentario ha desaparecido el anterior…
Mertxe a veces hay que decirle también al otro que la puerta está cerrada, no dejar simplemente pasar el tiempo sin un «no» o similar, por empatía y porque para el otro también es lo mejor.