¿Confías en tu intuición?

Desde hace ya algún tiempo, la emoción y la intuición han pasado de ser las hermanas pobres de nuestro funcionamiento mental a convertirse si no, en las protagonistas, en por lo menos algo a tener muy en cuenta. Si sigues un poco el programa Redes de Eduard Punset le habrás oído reivindicar muchas veces a la intuición como maestra a la hora de tomar decisiones. A pesar de eso, se sigue apelando muchas veces a lo racional, a la lógica, a nuestro córtex como el modo más eficiente de tomar una decisión. Y en esa apelación a lo racional incluyo muchas escuelas de Psicología y de Coaching. Aunque por suerte, no todas.
La intuición condensa de manera inconsciente miles de piezas de información, tanto de experiencias vividas como de informaciones recogidas de diversas fuentes, las procesa y en un momento determinado arroja a nuestro cerebro consciente un destello, una sensación, un pensamiento a veces fugaz de cuál es el camino a tomar, si hay que hacer o no hacer algo, si puedes confiar en alguien o no hacerlo, si has de pedirle el teléfono a esa persona que acabas de conocer o mejor no lo hagas…
La intuición es tan volátil que el intento de apresarla racionalmente la perturba, hace que nos entre la duda. Porque la manera en que nuestro cerebro llega a esa conclusión no es pasando por la información consciente y no tiene por tanto nuestra intuición modo racional de explicarnos qué hay detrás. Recientes investigaciones apuntan a que tenemos neuronas fuera del cerebro, que funcionan con los mismos neurotransmisores (mensajeros químicos) que las del cerebro. Algunas estarían alojadas en los intestinos (el sistema nervioso entérico) como explica Michael Gershon, investigador de la Universidad de Columbia. Obviamente, este «segundo cerebro» no tiene pensamientos conscientes, pero influye en nuestro «primer cerebro» a través de emociones y sensaciones, en un continuo sistema de retroalimentación mutua. También ha sido publicada una reciente investigación de Mohamed Omar Salem psiquiatra de la Universidad de los Emiratos Árabes Unidos, que ha conmocionado a la comunidad científica, al afirmar que el corazón tiene un tejido cerebral de 40.000 neuronas que también segregan los mismos neurotransmisores que el cerebro. Y se ha aventurado a decir que el corazón puede influir en la intuición al estar ligado a la amígdala cerebral (zona en donde se procesan las emociones).
No estoy intentando aquí abrumaros con datos científicos ni tratar de demostrar que la intuición existe a través de la ciencia. Y también tengo claro que los muy escépticos considerarán que los profesionales citados se alejan de los científicos más ortodoxos y se adentran en terrenos que son también filosóficos. Pero tengo alma de humanista y no puedo evitar estar de acuerdo con aquellos que dicen que la ciencia y las humanidades deben converger. Porque una ciencia sin humanismo pierde gran parte de la tradición del pensamiento filosófico de siglos y una humanidad sin ciencia se expone a quedarse en divagaciones que no puede fundamentar.
El problema con la intuición deviene en qué puede hacer con esa información casi etérea nuestra racionalidad. En ocasiones, la intuición nos dice algo con lo que racionalmente estamos muy de acuerdo. De algún modo se refuerza nuestra posición y la aceptamos gustosos ya que nos sentimos como un todo integrado. Pero otras veces, la intuición es tan osada de contradecir a nuestra razón, sin podernos dar por lo menos aparentemente ningún motivo. Está ahí presente y nos dice: hazlo. O No lo hagas. Nos da un mensaje que no sabemos cómo encajar racionalmente. Si no estamos acostumbrados a ello, nos puede entrar un profundo vértigo, una sensación de no saber por qué estamos optando por esa decisión. Algunas personas simplemente rechazan «ese pálpito» por considerarlo fuera de toda lógica. Otras lo abrazan con cariño, ya que su experiencia previa les ha demostrado que su intuición no se equivoca. Y están los indecisos, que a veces la escuchan y a veces no, dependiendo de la importancia de la decisión, del momento, de la situación….
Yo creo que merece la pena ser osados y escuchar a nuestra intuición. Es más, creo que debemos entrenarnos para estar más abiertos a sus mensajes. Cada uno debe encontrar su manera de abrirse a esa sabiduría interior. Hay múltiples formas e incluso se pueden combinar algunas de ellas. Puedes hacerlo meditando, con técnicas de relajación, paseando mientras dejas vagar tu mente, permitiéndote estar más en contacto con tus sensaciones corporales, etc… Sea cual sea la técnica que elijas, es necesario que lo racional se relaje, se eche a un lado y permita que surja esa otra información que está ahí debajo, esperando una ocasión para salir.
Conforme te vayas entrenando más, sabrás que hacer con tus intuiciones. Confiarás más en ellas. Y eso no quiere decir que luego no utilices esa información intuitiva para pensar sobre ella y tomar una decisión razonada. Sólo quiere decir que el punto de partida será diferente. Y esa diferencia puede ser la diferencia que marca la diferencia….
¿Conectas con tu intuición? ¿Sigues lo que tu intuición te dice?
Si quieres escuchar el post en formato podcast aquí lo tienes:
Mertxe Pasamontes
Comments
Una pregunta Mertxe: ¿La intuición te parece que está conectada con el deseo? Porque mi vivencia es que sí. Pero no estoy segura… Y entiendo que por eso hay que seguirla, porque conecta con lo más profundo…
excelente artículo!
La única cosa realmente valiosa es la intuición.
EINSTEIN, Albert
Me parece que uno actúa de acuerdo a lo que le han enseñado cuando niño – familia, cultura -, de acuerdo a su experiencia y de acuerdo a su formación, por un lado.
Por el otro, uno actúa de acuerdo a sus instintos (cerebro reptil), de acuerdo a sus emociones (cerebro mamífero) y de acuerdo a su lógica (cortex).
Como se sabe, si conceptualizamos cada decisión, cada palabra, cada pensamiento, cada movimiento… no podríamos vivir.
Por eso somos un proceso mental tremendamente complejo que nuestro cerebro tiene que simplificar, sin que nos demos cuenta (en segundo plano) y además, hacerlo en forma casi instantánea.
Añadir que debemos actuar en un medio social también bastante complejo, que se antoja para la mayoría (95%) oscuro e incomprensible.
No soy experto ni se nada pero para mí todo «eso» es lo que produce lo que llaman inconsciente, subconsciente, intuición, corazonada, palpito…
Ahora, tener una visión lo más «clara» posible y REAL de uno mismo permite tenerla de los demás, y también del mundo.
De esa manera la parte nuestra que menos comprendemos – nuestro cerebro – se pone al servicio de sí mismo; hablamos de la parte consciente, apenas el 5% del total ¡ en el mejor de los casos !
Un dato curioso; la diferencia – genéticamente hablando – entre el primate y el humano es de apenas… el 5%.
Otro detalle; la conciencia y su parte intelectiva pueden estar 95% al servicio de nuestros instintos, la parte menos humana y más animal que tenemos, si eso es lo que decidimos ¡ cosa que sucede el 95% de los casos !
Paula, a veces deseo e intuición coinciden. Otras no estoy segura que salgan del mismo lugar, pero tienen el mismo padre y la misma madre: nuestro inconscientes. Esos anhelos profundos que nos dicen por dónde ir, creo que son una maravillosa manera de movernos por el mundo.
K4rib, lo has explicado muy bien. 🙂