¿Conoces las trampas de la mente?
A raíz de todo el alboroto que se armó por la aparición de un caso de difteria en España en un niño no vacunado he pensado que era un buen momento para repasar las trampas de la mente que nos llevan a creer en cosas irracionales o para las que hay una total falta de fundamento. Conocer esos mecanismos nos puede ayudar a tomar mejores decisiones en múltiples áreas de nuestra vida. Y aunque parezca que es algo que no tiene que ver, es uno de los aspectos centrales del trabajo psicoterapéutico, el trabajo con las creencias irracionales o las trampas de la mente.
Podríamos decir que la tendencia a creer en cosas para las que no hay un fundamento claro tiene que ver con una serie de sesgos cognitivos que se enmarcan en los llamados sesgos de confirmación. La definición más clara de esos sesgos sería:
Es la tendencia a favorecer la información que confirma las propias creencias o hipótesis. La gente muestra esta tendencia cuando reúne o recuerda información de manera selectiva, o cuando la interpreta sesgadamente. El efecto es más fuerte en publicaciones con contenido emocional y en creencias firmemente enraizadas.
Para explicarlo de un modo resumido y simplificado, los sesgos de confirmación actúan del siguiente modo, siguiendo el ejemplo de los antivacunas:
– Tendencia a buscar las pruebas que confirman nuestras creencias previas. Buscan información que confirme que las vacunas son perjudiciales, sin tener en consideración que esa información provenga de fuentes dudosas y no aparezcan en ninguna revista científica.
– Tendencia a interpretar los resultados de las pruebas de modo que confirmen nuestras creencia previas. Si por casualidad, leen un artículo científico que demuestra que no existe ninguna evidencia de que las vacunas tengan un efecto pernicioso, piensan que está pagado por un laboratorio y que obedece a intereses económicos, o que no se ha comprobado lo suficiente en el tiempo, o lo que sea.
– Tendencia a dar más relevancia a aquella información que confirma lo que creíamos. En este caso, sería utilizar un estudio en el que se haya encontrado un efecto secundario por raro que sea, para justificar que sí son malas. O creer en artículos publicados de fuentes poco fiables porque “esos no están pagados por nadie”. O simplemente creer en lo que dice la vecina, que “ella sí que sabe”. Como dijo Francis Bacon:
El entendimiento humano, una vez que ha adoptado una opinión […] dibuja todo lo demás para apoyar y mostrar conformidad con ella. Y pese a haber un gran número de ejemplos, y de peso, que muestran lo contrario, los ignora o desprecia, prescinde de ellos o los rechaza.
Todo estos sesgos podrían explicarse con más detalle y con estudios que avalan que existen y como operan en la mente humana, pero creo que con lo explicado de un modo resumido se entiende perfectamnete cómo operan en nuestra mente. Como dijeron Lee Ross y Craig Anderson:
Las creencias pueden sobrevivir a potentes desafíos lógicos o empíricos. Pueden sobrevivir e incluso salir reforzadas por las pruebas que la mayoría de observadores sin compromiso considerarían debilitadoras lógicas de tales creencias. Pueden incluso sobrevivir a la total destrucción de su base probatoria original.
¿Qué podemos hacer ante esto?
– Tratar de abrir el mapa mental. Tú idea del mundo es sólo eso, un modelo del mundo, no la realidad en sí misma. Date la posibilidad de revisar tus creencias por más arraigadas que las tengas. Tal vez eso pueda ayudarte a ser más feliz.
– Si quieres informarte de verdad sobre un tema, acude a medios serios especializados. No existe un complot internacional para descartar de las revistas científicas todo contenido que no favorezca a un laboratorio. Y si los científicos y estudiosos pueden equivocarse imagina lo que lo harán aquellos que basan sus tratamientos en lo que a ellos les parece.
– Toma los casos únicos como eso, casos únicos. Que algo te haya funcionado a ti o una persona en concreto, no quiere decir que les funcione a otras. Por eso los experimentos ponen mucho cuidado en controlar el máximo de variables para poder atribuir el efecto de algo a ese algo y no a otros factores que no se hayan podido controlar.
– Cuando se trate de cuestiones personales con un alto contenido emocional, acude al psicólogo. Nosotros estamos entrenados para detectar esos sesgos cognitivos y ayudarte a desafiar creencias que te impiden avanzar, alcanzar tus objetivos e incluso ser feliz.
Con esto no estoy diciendo que no haya remedios naturales que funcionen o terapias que ayuden sin estar dentro de la medicina oficial. A veces el primer paso de una terapia o remedio es estar fuera de lo establecido, para luego ir teniendo pruebas que avalen su eficacia. Es por ejemplo el caso del mindfulness, que de ser una práctica ligada al budismo, yoga y disciplinas afines está ahora demostrando su eficacia en el ámbito terapéutico. Pero no sirve hacerlo de cualquier modo, ni lo cura todo. Desconfía de las terapias y remedios que lo curan todo. Y acude a profesionales que puedan darte garantías sobre su formación y experiencia. Con la salud no se juega.
¿Reconoces en ti estos patrones de pensamiento irracional en algún ámbito?