El cerebro: la conciencia de uno mismo

En la cápsula sobre nuestro cerebro de esta semana, voy a abordar un concepto algo complejo, que tiene que ver más con funciones que con estructuras cerebrales, pero creo que os puede resultar interesante o como mínimo curioso. Si hay un concepto difícil y escurridizo en el estudio del cerebro es saber dónde y cómo se genera la conciencia del Yo. Durante muchos años los investigadores buscaban una especie de «lugar» en el cerebro en dónde estaría nuestro Yo, un espacio o módulo que nos permitiría esa conciencia que todos tenemos de ser nosotros mismos, a lo largo del tiempo y las diferentes situaciones que vamos viviendo. Si eres una persona adulta puedes sentirte en muchos aspectos diferente a como eras de niño, pero lo que no cambia es esa sensación de ser siempre tú mismo, de que hay un Yo que permanece, aunque el carácter cambie, aunque tu aspecto físico cambie, aunque tengas otros deseos y creencias, hay una sensación de seguir siendo la misma persona que permanece. Y sólo deja de permanecer si tienes un grave problema psicopatológico. Si no quieres conocer todos los intríngulis científicos, puedes irte directamente a los dos últimos párrafos.
Por eso numerosos científicos se han preguntado cómo es posible que exista ese Yo casi inamovible, que nos permite reconocernos ante un espejo a los 7 años y seguir haciéndolo a los 90. Esos estudios suelen englobarse bajo el nombre de estudios de la conciencia y de eso hablaré un poco hoy. Y trataré de simplificarlo y dar unas líneas generales pues es un tema como podéis suponer bastante denso. Uno de los autores que han investigado más sobre esto es Gerald Edelman. Vamos allá con la teoría que él nos expone.
La conciencia no está situada en una área concreta del cerebro sino que tiene sustratos neuronales ampliamente dispersos por diferentes sistemas cerebrales: el sistema tálamo cortical, hipotálamo, formación reticular y la regiones asociadas. Para sostener la sensación de unidad de la conciencia es necesario un elevado número de neuronas que interaccionen de manera rápida y recíproca. Si eso no sucede se pierde parte de esa conciencia. Pero hay más: parece ser que la experiencia consciente no se encuentra asociada a una única zona del cerebro sino a cambios en los patrones de actividad que se producen simultáneamente en muchas regiones del cerebro. Pero eso por si sólo no explicaría esa sensación subjetiva de conciencia. Para que eso se de, deben suceder más cosas.
Para que esa conciencia superior suceda necesitamos memoria y capacidades semánticas. Edelman lo define como: “un proceso de constante envió recursivo y paralelo de señales entre distintos mapas del cerebro a lo largo de conexiones anatómicas paralelas masivas, la mayoría de las cuales son recíprocas.” No sólo ha debe haber un patrón de activación sino que además debe producirse un feedback constante entre esas neuronas y circuitos neuronales, ya que esa reentrada es la que garantiza la integración necesaria para que pueda crearse una escena en la conciencia primaria. Llegaría así a la hipótesis del núcleo dinámico: esos patrones de activación y retroalimentación constante, que cambian en milisegundos, nos arrojan una información a la conciencia que nos permite formarnos una sensación del Yo mismo. Por debajo de eso discurre un río enorme de actividades inconscientes que sostienen esos procesos, pero que no podemos percibir.
Así que podríamos decir, que nuestra experiencia de Conciencia de nosotros mismos se sustenta en unos patrones de actividad neuronal recurrentes, simultáneos y retroalimentados montados a lomos de una actividad inconsciente de una magnitud que se hace difícil de imaginar. El cerebro crea una especie de patrón neuronal del Yo, al que nos aferramos tremendamente, que creemos que nos define. Algo que nosotros no controlamos en absoluto. Que es creado sin nuestra intervención. Eso es lo que la neurociencia sabe acerca de quiénes somos a nivel consciente. Y luego nos permitimos hablar de neuroliderazgo…Quizás la gran herida narcisista de nuestra época será destronar el libre albedrío como se entendía hasta ahora.
Aún habiéndolo simplificado al máximo, creo que es obvia la complejidad del tema. E incluso que deja una cierta sensación de que queda mucho por explicar. En otros post entraré un poco a hablar de esos procesos inconscientes. Pero creo que va quedando claro, que con todos los avances que ha hecho la neurociencia, aún hay algo de eso que nos hace humanos que se le escapa. Quizás sea una suerte que así sea.
Mertxe Pasamontes
Comments