Narciso y Goldmundo de Hermann Hesse
Hermann Hesse, premio Nobel de Literatura en 1946, es uno de esos autores que no suele dejar indiferente a nadie. Es difícil escoger uno solo de entre sus libros, pero finalmente me he decidido por Narciso y Golmundo, ya que aunque tal vez no es tan conocido como Siddharta o el Lobo Estepario, me parece una obra magnífica. Los conocimientos del mundo griego de Hesse se muestran en esta obra en que Narciso representa lo apolíneo, la perfección, la vida erudita e intelectual, la razón. Sin embargo, Golmundo sería lo dionisíaco, la pasión, el instinto, el artista. De algún modo es también la contraposición entre espíritu y materia o entre razón y emoción. Pero no sólo son dos opuestos, ya que en ambos existe un poco del otro, como un sutil ying y yang que tiñe al perfecto Narciso de cierta emoción y al apasionado Golmundo de algo de razón. En el mundo de Hesse no existe el blanco puro o el negro puro, siempre hay matices en ambos. La resolución de la dualidad, es parte troncal de la obra.
La historia comienza en el monasterio de Mariabronn en donde vive Narciso un joven monje, brillante intelectualmente y capaz de leer el alma de los demás. Ahí llegará Golmundo, que bajo la tutoría de Narciso abandonará el monasterio para descubrir el mundo y en ese camino descubrirse a sí mismo. Vivirá múltiples aventuras que supondrán además para él iniciaciones al sexo, al arte, al saber… Y todo ello llevará a un final en dónde todo adquiere su sentido.
Algunos fragmentos de la obra:
Y es que le costaba aceptar que su amigo fuera su polo opuesto, su contrario. Creia que con el amor y la devoción sincera había suficiente para que ellos dos fuesen solo uno, para borrar las diferencias y superar las oposiciones. […]
Aunque mañana prendieras fuego a nuestro bonito convento o predicaras por el mundo una herejía absurda, nunca me lamentaría de haberte ayudado a encontrar tu camino. […]
La raiz del arte y hasta del espíritu es el miedo a la muerte. Tememos a la muerte, nos horroriza su fugacidad, vemos con tristeza como las flores se marchitan y que las hojas caen de los árboles, y dentro nuestro tenemos la certeza de que nosotros también somos efímeros y que pronto nos marchitaremos. […]
Sí, sin duda, ese dolor y esa angustia amarga envejecería y se agotarían, con el tiempo también les olvidaría. Nada perduraba, tampoco el sufrimiento. […]
Y también ha tenido la suerte de experimentar que la sensualidad puede dotarse de espíritu. De aquí nace el arte.
Como otras veces, os animo a iniciaros en Hesse si aún no lo habéis hecho.
Mertxe Pasamontes
Comments
Demian tampoco está nada mal, aunque mi preferido es Bajo la rueda. Herman Hesse tiene ese algo que hace que todos sus libros se te queden grabados.
Hola Mertxe,
Me ha gustado mucho el fragmento que has elegido y también que animes a leer a Hesse, yo empecé a hacerlo a los 16 años y su lectura me ayudó a transformar mi espíritu y vida.
Gracias por estos domingos literarios!
Besos.
Me da un poco de vergüenza confesar que no leí nada de Herman Hesse. Pero con lo que comentas en el post casi que no puedo esperar a leerlo.
Difícil equilibrio entre lo dionisíaco y lo apolíneo. Sobre todo en estos tiempos que corren…
Gracias Mertxe!
“…nosotros también somos efímeros…” y lo interesante es que tenemos la opción que la flor no tiene, y lo mejor de todo… podemos lograrlo; tenemos el ejemplo de muchos que lo han hecho, por ejemplo Hesse.
Hoy despiertas recuerdos adolescentes. Gracias por hacerlo. Un abrazo