Una mirada profunda en tiempos superficiales
Vaya por delante dos cosas: que no soy una gran fan del psicoanálisis y que este no es un post de los de “ganar amigos”. El psicoanálisis lo estudié durante la carrera e incluso hice un stage posterior con psicoanalistas, pero sentí que no era mi camino. Tampoco sentía que fuesen suficientes las técnicas propias de la psicología cognitivo conductual que estudié durante la carrera (pues había que estudiar a fondo todo lo que fuera o oliera a científico) para tratar todo el espectro del sufrimiento humano y por eso estudié y practiqué otras disciplinas tanto dentro de la psicología, como en sus márgenes, incluso cosas totalmente alejadas. Y de todo ese mix de estudios, experiencias y vivencias surgió el enfoque que sigo ahora en mi práctica, tanto clínica y terapéutica como de coaching. Por eso a veces me resulta difícil definirme profesionalmente en una sola disciplina, pues más que una técnica tengo un enfoque respaldado por diversas técnicas, mi experiencia y una filosofía propia del ser humano.
Y explico todo esto porque llegó a mis manos gracias a los editores de Sexto piso, el libro La moda negra. Duelo, melancolía y depresión de Darian Leader y aunque discrepo en algunas teorías y métodos de los que expone (él es psicoanalista) he de reconocer que estoy de acuerdo en otras cosas y que además me han hecho reflexionar bastante durante su lectura y posteriormente. Leader hace una acérrima crítica a muchos enfoques terapéuticos (y aunque él no lo incluye, podríamos incluir aquí muchos libros de autoayuda) que parece que ante un paciente “deprimido” el único objetivo es devolverlo a su estado anterior “productivo y feliz”. Como él mismo dice, es como si la interioridad humana, la complejidad de nuestro ser más interior, se sustituyera por pastillas y recetas rápidas para que volvamos a sentirnos “bien”. Pero se pretende hacerlo sin análisis de las causas, sin esfuerzo real, de modo que ese estar bien sería muy del estilo de lo que comentaba en mi anterior post, un modo de “maquillar el problema” sin llegar de verdad a solucionarlo.
La subjetividad humana, nos dice Leader, ha sido sustituida por la química y la depresión ya no es el resultado natural de sentirse mal por sufrir pérdidas, separaciones o duelos, sino que se trata de un desequilibrio orgánico que hay que reparar. No tengo nada en contra de las medicaciones psiquiátricas pues son de enorme utilidad en muchas ocasiones, pero sí estoy en contra de que “restaurar la química” se considere lo único que importa, que la persona pierda su individualidad y su propia historia de sufrimiento y experiencias personales y quede sustituido todo esto por una etiqueta con su correspondiente pastilla. A veces, sentirse mal es la mejor respuesta que tenemos y es además un indicativo de que algo en nuestra vida no nos satisface. Si no logramos descubrir y cambiar ese “algo”, si nos limitamos a tomar una pastilla que nos suprima el síntoma, habremos suprimido también el aviso de que algo no estaba bien en nosotros o en nuestra relación con el entorno. De algún modo estaremos acallando nuestra voz interior.
Leader va todavía más lejos y afirma que: la depresión es una forma de decir NO a lo que nos dicen que debemos ser. Sirva como dato, que en la actualidad hay 3,5 millones de niños deprimidos en los EEUU y más del 6% de los niños estadounidenses toman medicaciones psiquiátricas. Como he dicho antes, la medicación puede ser de gran utilidad, pero no olvidemos que muchos de nosotros, en estos “tiempos superficiales” que vivimos, preferimos una pastilla que nos ponga “bien”, que pasar por el proceso de entender qué nos sucede, de explorar nuestro interior y hacer los cambios que de verdad pueden resultar cruciales para nuestra mejoría. A veces no queremos tomarnos la molestia de detenerse más tiempo e ir destilando poco a poco aquello que nos ocurre. No es de extrañar que actuemos así, ya que como dice Leader, detenernos a reflexionar sobre nosotros mismos va en contra “de lo que nuestra sociedad contemporánea anti-riesgos considera deseable: resultados rápidos y predecibles, absoluta transparencia y la eliminación del comportamiento no deseable“.
No me gustan las posturas extremas y ni todo puede solucionarse con medicación ni todo puede hacerse con la psicoterapia. Y no tiene nada de malo acometer pequeños cambios, como por ejemplo un hábito, con un modelo sencillo en cinco pasos. Yo misma he explicado en numerosas ocasiones cómo hacer pequeños cambios de un modo simple con una serie de pasos. Pero son siempre pequeños cambios, o primeros pasos para iniciarse en un camino, no la receta definitiva de la felicidad. Pues si no logramos encontrar un equilibrio, si escuchamos los cantos de sirena de la industria farmacéutica que nos promete una curación rápida o de aquellos que nos venden la felicidad en diez pasos, estamos de algún modo dejándonos arrastrar por esa superficialidad a la que aludía. Y no sólo se trata de la mente, ya que esa mirada superficial está en la actualidad presente en muchas otras áreas: la política, el periodismo, los best-seller y un largo etcétera. No es fácil escapar de ella.
Pero yo, hablo de lo que conozco y de lo que veo y vivo a diario. Y por eso me atrevo a reivindicar una mirada más profunda hacia el interior de nosotros mismos, una que nos permita conocernos un poco mejor, descubrir quién somos realmente y qué queremos, sin todos aquellos añadidos que hemos ido adquiriendo sin saberlo a lo largo de nuestra vida. Y no estoy hablando ni defendiendo tratamientos de años, sino de algo mucho más cualitativo, no tanto de cantidad. Hablo de tener una mirada más profunda, que aunque algo más trabajosa, nos permita ser un poco más libres.
¿Te atreves a mirar en ti mismo de un modo más profundo?¿O prefieres un cambio sencillo en tres pasos?
pd. Recomiendo el libro para aquellos interesados en adentrarse en el conocimiento humano, pero con alguna base en psicoanálisis.
Comments
Muy buena reflexión, es cierto que el ritmo que llevamos hace que sea tentadora una solución rápida, sin detenernos a pensar, creo que así perdemos una oportunidad de crecimiento y desarrollo personal. Tampoco soy extremista, todo en su justa medida.
Saludos
Interesante lo que comentas. Me ha recordado un libro que está en mi lista para leer algún día: Traficantes de salud:Cómo nos venden medicamentos peligrosos y juegan con la enfermedad. El poder de las farmacéuticas está logrando que consideremos enfermedades estados naturales del hombre, con tal de vender su pastilla mágica.
La medicina debe de estar al servicio del hombre. Y si consideramos a las personas como simples clientes del mercado farmacéutico, en este sistema consumista y de falsas necesidades creadas por la mercadotécnia, al final tendremos una sociedad débil, incapaz de enfrentarse a sus problemas.
Pero bueno, por otro lado, yo personalmente cada vez tengo más confianza en la autogestión de la información, el fomento del análisis crítico de la realidad… con internet el que no quiere seguir su propio itinerario formativo/informativo es porque no quiere…
Saludos!
Para ver claro, basta con cambiar la dirección de la mirada.
SAINT-EXUPÉRY, Antoine de
Los amigos que tal vez dejarás de ganar por culpa de este post tendrán sus motivos, claro, pero creo que quien haya conseguido aprender algo tras una depresión comprende la importancia vital de conservar la individualidad y la propia historia de sufrimiento… y estará de acuerdo contigo palabra por palabra 😉
Pues no sé a qué carta quedarme. Es cierto que “anestesiar el síntoma” sin encontrar la causa del mal no conduce a nada bueno. Pero si tengo que elegir entre una mala situación y una mala situación más un estado de amargura…
Gracias por los comentario, me reafirman en que valía la pena contar mi punto de vista al respecto.
Estoy de acuerdo con tu punto de vista. Queremos ver sin mirar, oir sin escuchar, tocar sin sentir. Porque nos dicen que para mirar hay que esforzarse, que para escuchar hay que poner atención y para sentir hay que ser sensible. Nos asusta buscar en nosotros pues presagiamos por los síntomas que en nuestro interior hay atrocidades que no podremos ni mirar, ni escuchar, ni sentir.
Hoy en día nos van las canciones de cuna. Duerme niñito, duerme. Y dormimos por miedo a despertar.
Queremos llegar a la meta sin caminar ¿Qué sentido tiene llegar a la meta sin saborear el camino? es como llegar a la muerte sin haber vivido. ¿O no es eso lo que nos ocurre? que cuando la muerte llega nos damos cuenta que no hemos vivido. O que hemos vivido un montón de “vidas” menos la nuestra.
Gracias por un post sincero, valiente y digno de un caminante que saborea la vida por la que pasa.
muchas gracias por tus aportaciones,son de gran ayuda.
pd:tengo tu blog como referente en mi diario:
http://www.txuxtrader.blogspot.com
Muy lindp post. Coincido en que los síntomas son incómodos pero sabios en el sentido que quieren hablar, expresar algo. Y que si los suprimimos químicamente o con parches no sólo nos los solucionamos sino que en muchas ocasiones reaparece más virulentamente, eso sí, disfrazados de otra forma.
La medicación me parece que te ayuda a a poder empezar a usar mejor la cabeza. Cuando estás muy mal, es muy difícil encarar algo. ¿Medicación? Sí sin dudar, en algunos casos, pero quizás no en otros… (cuantos niños que antes eran simplemente “culo inquieto” hoy son TDAH y se los medica con psicofármacos con 8 años).
Veo a la medicación como una muleta pasajera para apoyarse, que necesita acompañarse por un trabajo de introspección si de verdad interesa ir a la fuente del problema. Y que en ese ejercicio de introspección es muy útil contar con el apoyo de un profesional. A mi me ha resultado muy útil en determinados momentos de mi vida. Y me refiero a un profesional de la psicología; no a alguien que haya hecho un cursito de coach y que cree que con un par de tips las cosas se solucionan. Tocando mal ciertos resortes internos del sujeto se puede hacer mucho daño. Así que atenti a los vendedores de humo.
Muy lindp post. Coincido en que los síntomas son incómodos pero sabios en el sentido que quieren hablar, expresar algo. Y que si los suprimimos químicamente o con parches no sólo nos los solucionamos sino que en muchas ocasiones reaparecen más virulentamente, eso sí, disfrazados de otra forma.
La medicación me parece que te ayuda a a poder empezar a usar mejor la cabeza. Cuando estás muy mal, es muy difícil encarar algo. ¿Medicación? Sí sin dudar, en algunos casos, pero quizás no en otros… (cuantos niños que antes eran simplemente “culo inquieto” hoy son TDAH y se los medica con psicofármacos con 8 años).
Veo a la medicación como una muleta pasajera para apoyarse, que necesita acompañarse por un trabajo de introspección si de verdad interesa ir a la fuente del problema. Y que en ese ejercicio de introspección es muy útil contar con el apoyo de un profesional. A mi me ha resultado muy útil en determinados momentos de mi vida. Y me refiero a un profesional de la psicología; no a alguien que haya hecho un cursito de coach y que cree que con un par de tips las cosas se solucionan. Tocando mal ciertos resortes internos del sujeto se puede hacer mucho daño. Así que atenti a los vendedores de humo.
Los actores retratamos la vida de una persona en un momento determinado. En mi caso, mi meta es la de tener esa experiencia. El golpe que da el conflicto en el status quo del personaje lo libera de si mismo para ser otro yo. Y, la verdad es que no siempre sale bien. Los personajes no siempre ganan.
Pero, ganen o pierdan, empiezo a darme cuenta de que todos los personajes realmente valiosos, esos que me hacen dar un paso adelante, son los que tienen problemas (lo sepan o no). De hecho, cuando no veo un problema en un personaje, me lo invento.
Lo que quiero decir, con todo este rollo patatero que suelto porque siempre aprovecho la mínima para hablar de mi oficio, es que si los problemas, si la tristeza se acabara tomando pastillas los actores no tendríamos trabajo o nadie querría contar nuestra historia porque sería tan, tan, tan aburrida. Imagínate: “Eran felices y comían perdices”, “Seguían felices y comían perdices” y “Fueron felices y comieron perdices”. Pues, no, ¿no?
Gracias Gerard por comentar y estar ahí en ese caminar.
Es cierto lo que dieces Natalia, la experiencia es la mejor escuela.
Te conozco Javier así como a tu agudo sentido del humor. Y sé que tú escogerías el esfuerzo por entender y no el camino fácil. Un abrazo.
Así es Paula. Podemos usar la medicación como muleta pero intentar que esa muleta no acabe formando parte de nosotros innecesariamente.
Me encanta Carmen que lo lleves a tu profesión, esa es una de las gracias de escribir y compartir, que cada cuál lo lleve a su propio mundo.