Inteligencia emocional: ¿Disfrutar ya o demorar el premio?
A veces empiezo los post con preguntas que plantean un falso dilema, ya que lo normal es estar un poco en cada lado y no totalmente posicionados en uno de los extremos. No obstante, todos tenemos unas ciertas tendencias y estas preguntas persiguen más detectar esas tendencias que no el posicionamiento en uno de los extremos de la dicotomía. Y hago esta pregunta porque de algún modo podríamos decir que el estudio de la inteligencia emocional surgió de un experimento en el que se observaba esta conducta y por tanto creo que puede ser de interés también en la vida adulta.
El experimento fue llevado a cabo en la universidad de Stanford por el psicólogo Walter Mischel allá por los años 60. Se dejaba a los niños (de cuatro años) en una habitación a solas con una galleta o un dulce delante. Se les explicaba que podían comerse la galleta ahora o esperar a que volviera el experimentador en cuyo caso recibirían doble ración. El experimentador salía y dejaba al niño frente a la tentación, mientras los observaba a través de un espejo unidireccional. Los más impulsivos cogían la golosina a los pocos segundos de salir el experimentador de la habitación. Otros ensayaban múltiples estrategias (no mirar, girarse, cantar, etc) para evitar hacerlo. En el seguimiento longitudinal del estudio vieron que los niños menos impulsivos eran adolescentes más competentes, con mayor eficacia personal, más emprendedores y más capaces de afrontar las frustraciones de la vida. El tercio más impulsivo tenía más problemas en la adolescencia: más dificultad en los contactos sociales, más indecisos, poca tolerancia a la frustración, tendencia a meterse en peleas, etc… Por la edad que tenían los niños en el experimento inicial casi se puede afirmar que se trata de un rasgo más genético que adquirido.
No sé si Michell continuó el seguimiento hasta bien entrada la vida adulta pero estaría bien saber cómo discurría la vida de unos y otros. Cada uno de nosotros tiene más o menos idea de cómo actua delante de las situaciones, si tiende a demorar la gratificación o coge el premio ya (aún a expensas de perder un premio mayor posterior). Lo que creo que está claro es que ambas actitudes son necesarias en la vida, aunque lo difícil como he comentado otras veces, es saber cuál es más útil en cada momento. Cuando hacemos un proyecto a largo plazo, está bien que seamos capaces de invertir esfuerzo y demorar la gratificación. Eso aumenta las posibilidades de conseguir lo que queremos. El problema es si se nos olvida vivir por el camino. Podemos entonces convertirnos en personas tan obsesionadas por conseguir ese algo, que no disfrutemos en absoluto del presente o lo hagamos en unas dosis muy pequeñas. Pero si nos quedamos a vivir el momento, sin preocuparnos de nada más, puede ser que en el medio plazo nos encontremos en más de un lío.
Por eso decía al principio que en el fondo son falsas dicotomías, pues para llevar una vida lo más gratificante posible hemos de ser capaces de tener un pie en el ahora y otro en el futuro (mejor si no es al mismo tiempo ;)). Ser capaces de decidir en que invertiremos esfuerzo, esperando una mayor recompensa y de que disfrutaremos ya mismo, pues está bien como está, sin esperas. Quizás una pista para saber cuando hacer cada cosa sea que en ese proceso también haya disfrute (entrar en flujo). Si mi objetivo es ser violinista y además disfruto tocando el violín y aprendiendo cada día un poco más, seguramente estoy bien enfocada. Pero si cada clase es un suplicio, tal vez esté invirtiendo esfuerzos en algo que no merece mucho la pena. Sé que muchos pensaréis, sí claro, pero es que la mayoría de las cosas no suelen ser tan claras. Y ahí está la gracia, en desarrollar esa fina percepción que nos permite darnos cuenta de cuánto porcentaje de cada cosa está presente en cada momento, en cada decisión.
Hay que desarrollar esa habilidad de sentir cuándo ese esfuerzo compensa y nos lleva a algo más grande y cuando es sólo esfuerzo. Y para eso hay que conocerse bien, explorar en uno mismo, descubrirse. Darse cuenta de si estás en un guión de vida que no te corresponde. Conectar con los verdaderos deseos, no los que la sociedad trata que hagas tuyos. Pues no se trata de llegar a viejo y pensar que no hiciste nada con tu vida, pero tampoco de hacerlo habiendo alcanzado grandes proyectos pero con la sensación de que no tuviste tiempo de vivir. Aunque nuestro cerebro tienda a los dicotómico, nuestra vida seguramente ha de ser vivida en algún lugar del punto medio, del equilibrio entre los contrarios.
¿Qué haces con más frecuencia, disfrutar o demorar el premio? ¿Crees que aciertas ?
Si quieres escuchar el post en formato podcast aquí lo tienes:
Mertxe Pasamontes
Comments
Hola
Está claro que lo ideal es valorar de antemano si el esfuerzo a aplicar -tiempo de espera- merece el precio de la recompensa.
Obviamente esperar siempre es exponerse a imprevistos que pueden llevarlo todo al traste.
No obstante siempre hay que aplicar el chiste del campesino que esperaba a que su cosecha madurase al sol mientras él estaba tumbado a la sombra. Cuando le aconsejaron que pusiera algo más de esfuerzo y sacaría muchos mejores rendiemientos a largo plazo, tras largas especulaciones, acabaron concluyendo que el beneficio de dejarse la piel en el trabajo iba a ser… poder estar tumbado a la sombra!!!
Tal como lo explico no tiene gracia, pero resulta ser una paradoja de lo más acertada ¿no?
Saludos
Permiteme un pequeño matiz que creo que es importante. No es que lo que se midiese es que los niños fueran más o menos impulsivos sino la capacidad de controlar estos impulsos. Ser más o menos impulsivo es algo que puede venir “de serie” en nuestro mapa genético pero la capacidad de controlar un impulso es la esencia de la inteligencia emocional y lo que este estudio destacó como una habilidad más clave que el CI por ejemplo a la hora de medir el éxito académico y profesional de los estudiados.
Para mi el matiz es muy importante porque precisamente abre la vía de la esperanza y de que la educación adecuada puede ser el camino del “éxito”.
P.d: Curiosamente controlar tus impulsos y ser capaz de demorar una gratificación inmediata es algo no demasiado bien visto hoy en día donde creemos que una buena educación es todo lo contrario y será tildado por algunos como “de derechas” cuando nada tiene que ver con ideologías.
P.d II: Todo lo anterior no creo que vaya contra el hecho de darse gratificaciones. Dártelas o no dártelas es lo de menos lo más importante es ser capaz de pasar por un paso previo consciente de evaluación y no actuar rendido a tus impulsos.
Está claro Ruben, que se medían ambas variables, pero es casi una tautología. En esa edad es mayor el peso de lo genético que de lo aprendido y la capacidad de demorar la gratificación está directamente relacionada con la impulsividad de base, Por tanto ¿qué fue antes el huevo o la gallina?. Eso no resta la importancia de con el tiempo, enseñar de un lado y aprender de otro, las estrategias para no ser tan impulsivo. De ahí que cite el estudio como clave en el arranque de la inteligencia emocional, ya que abría la posibilidad de poder aprender una habilidad que no te había venido dada de serie.
Y si que es cierto que es algo no demasiado valorado en una sociedad que tiende al hedonismo. Pero también tiene al esfuerzo y al sobre-esfuerzo. Los extremos se tocan…
Cito a Rubén: “lo más importante es ser capaz de pasar por un paso previo consciente de evaluación y no actuar rendido a tus impulsos.”
Desde mis 42 añitos disiento ligeramente. “Lo más importante” es un término subjetivo… ¿Dónde dejas el placer que produce el dejarse llevar por los instintos, traicionando a tu propio sentido común? A veces eso es lo más importante, lo que te produce esa sensación de rebeldía, ese pequeño placer…
Fernando, me refería a lo más importante en el estudio al que se refiere Mertxe no es un “lo más importante” absoluto.
Sin más es que casualmente ando releyendo Inteligencia emocional estos días.
Yo hubiese preferido disfrutar el premio al movimiento del 15m ayer, pero está claro que habrá que esperar para lograr la gratificación
🙂
Me ha gustado mucho el artículo de hoy, me ha encantado, ya que el tema de la vocación, así como el flujo me parecen de lo más vital en nuestras vidas.
Yo el tema de vivir el presente mirando al futuro, lo suelo metaforizar de este modo, algo que aprendí mientras me estaba sacando el carné de conducir;
Cuando vas en el coche, conduciendo, se puede decir que hay un punto ideal de conducir, que es, al margen de los pensamientos, el disfrutar simplemente de la carretera y el paisaje, así como una buena conversación, éso sería “vivir el presente”, ó “conducir disfrutando”.
Ahora bien, para conducir bien, hay que mirar al frente, de hecho, si miras muy cerca, acabas por perder el rumbo, y probablemente el disfrute del presente, y por tanto, la calma también.
Si os dais cuenta, (los que conduzcáis) cuando más lejos miráis, mejor conducís, y no se trata de un lejos inexistente o perdido en el tiempo, puesto que la longitud total que estamos mirando en ese momento es toda real, quiero decir que existe de verdad, como guía para conducir mejor.
Aun recuerdo la frase de mi monitora: “Cuando más lejos mires mejor llevas el coche”
Increíblemente ella soltó aquella frase, en la que hallé la metáfora.
En fin, me ha gustado el post y compartir esta metáfora que me inspiró mi monitora desde su espontánea frase, que es lo más bonito al fin y al cabo.
Yo no sé si me comería la galleta o esperaría, pero tengo clarísimo lo que dice Paula yo estoy con ella esperaba mucho del movimiento 15M y me he quedado muy chasqueada y encima sin
mi galleta, ahora en plan más serio quizás es bueno esperar un poco más para recoger los frutos de lo hacemos, pues una vez los tienes al termino de un tiempo ya no los valoras igual.
Lamentablemente, la sociedad está dominada por los que se comieron su galleta y la del niño de al lado. Hay que desterrar a esos especímenes aunque no sea fácil, para que “otro mundo sea posible”. Besos
Albano, es una muy buena metáfora, explica muy bien los estados de flujo.
Paula y Merche, nos quitaron la galleta, peor no nos han quitado el hambre de seguir comiendo…
Javier, repartiremos las galletas que nos queden, porque cuando se comparte la mesa, se disfruta más de la comida, aunque esta sea más escasa.
Lo más práctico es comerse la galleta propia y la ajena, y cuando vuelva a entrar el “analista” darle dos “galletas” y robarle la caja entera.
Esto es lo que prima hoy en día.
Porque aunque queramos parecer reflexivos, profundos y sofisticados, siempre nos toca ver como el mundo está repleto de lobos con piel de cordero, que son los que se comen las galletas de todos los demás. Y los mismos que más tarde justifican el por qué de habérselas comido, convenciéndonos de que una serie de circunstancias puntuales le obligaron a actuar de ese modo.
Es de ley, bonito y romántico, querer disponer de autocontrol y meditar las consecuencias de nuestros actos; pero las personas que actuan bajo sus instintos primitivos (esos mismos instintos que luchamos por sofocar a diario), minan nuestra paciencia y ponen en cuestión a diario la idoneidad de seguir persiguiendo dulces horizontes.
La ética contra la Natura, es una batalla dura, pero nos hace más personas y nos ayuda a conocernos mejor.
He dicho. Saludos.
Lo pedí todo a fin de poder disfrutar de la vida, y se me dio la vida de manera que pudiese gozar de todo.
Bueno, parece una trampa: cuando se sabe que se va a una parte, los impulsos ni las emociones existen, porque cada paso es un triunfo que nos acerca al triunfo. Es como si el niño conociera el juego, que sabe que no sólo tiene sus galletas sino también al experimentador que no sabe que él sabe.
Cuando no se sabe para dónde se va – o el camino no es lo que imaginamos – todo son impulsos, emociones y de vez en cuando, algún acierto.