La falsa seguridad
Nuestro cerebro es un buscador incansable de seguridad. Su principal tarea es garantizar nuestra supervivencia. Para ello trata de gastar el mínimo de energía y de evitar todas aquellas situaciones que supongan un potencial peligro. Y daros cuenta de que subrayo potencial, porque el cerebro no necesita confirmar que una situación es verdaderamente peligrosa para alejarnos de ella, le basta con suponer que lo es. Si a eso le sumamos la educación que solemos tener, en que se nos insta a evitar cualquier peligro, a “tener cuidado”, “vigilar” y en mayor o menor medida a seguir las directrices del grupo para ser aceptados por él, no es de extrañar que pasemos parte de nuestra vida buscando seguridades.
Durante años una de las seguridades que se buscaba era en el trabajo. Unos se hacían funcionarios porque eso es un empleo para toda la vida y otros querían un contrato fijo. Con la crisis se ha revelado que ser funcionario no es tanto chollo y que de un trabajo fijo pueden echarte. Lo mismo ha sucedido con los pisos. Tener un piso en propiedad parecía ser mayor garantía que un alquiler y para muchos lo que parecía una buena idea se ha convertido en una pesadilla. Y ya no hablemos de los planes de pensiones privados para asegurarte una mejor jubilación ya que muchos de esos planes están a día de hoy con pérdidas. Y no voy a entrar tampoco en las personas que caen enfermas o tiene un accidente o viven la pérdida de seres queridos. Para ellas todavía es más obvio que no tenemos nada asegurado.
Con todo y con eso, nos cuesta soltar esa “falsa seguridad” y abrazar la incertidumbre. Como ya he dicho, nuestro cerebro se resiste a ello. Estamos programados para buscar certezas y estar en la duda nos incomoda. Incluso cuando salimos de la zona de comodidad suele ser porque intuímos que al poco llegaremos a otra zona de comodidad en donde reposar de nuevo. Aunque pretendamos hacer creer a los demás y a nosotros mismos, que nos estamos exponiendo mucho. Pero lo hacemos pensando que tenemos muchas probabilidades de conseguir algo mejor. Cosa que por otro lado es de lo más normal, que nadie piense que estoy criticando esa actitud.
Lo que no pensamos o no sabemos es que buscando esas seguridades estamos en una jaula de oro. Primero porque como ya hemos visto no hay nada verdaderamente seguro, excepto la muerte. Y segundo porque vivir así nos limita terriblemente, nos obliga a repetir una y otra vez las mismas cosas hasta la saciedad. Nos hace estar en un comportamiento rutinario constante en lugar de vivir el día a día con los ojos abiertos. Nos impide atrevernos a salir y experimentar, aún sin saber cuál será el resultado. No nos permite gozar de las cosas nuevas, de las sorpresas, de los cambios.
Pero ¿porqué sucede eso?. La respuesta es clara: porque no confiamos en nosotros mismos. La verdadera razón de aferrarnos a las cosas es que no estamos seguros de cómo responderemos ante un cambio. Por eso lo que hay que cultivar y ensayar es la confianza, que no es lo mismo que la seguridad. Confiar es creer que estemos en la situación que estemos tendremos recursos personales para salir adelante, para enfrentarnos a la situación. Que saldremos airosos de uno u otro modo. Como dice Orhan Pamuk: Una vez que sientes una confianza así en tu interior, haces lo primero que se te ocurre y lo que te dicta tu corazón y todo sale bien.Lo realmente mágico es que cuando conseguimos conectar con la confianza, cuando logramos soltar gran parte de nuestras seguridades nos encontramos que la vida es un lugar lleno de oportunidades que antes no habíamos visto. Y entonces y sólo entonces, somos libres para vivir como realmente queremos.
A partir de aquí, es trabajo tuyo.
¿Te aferras a falsas seguridades? ¿Confías en ti mismo?
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Mertxe Pasamontes
Comments
Muy bonito post.
Gracias Paula!
El reposo no es el destino del hombre, y la seguridad es sólo una ilusión.
PASCAL, Blaise
Para crecer hay que renunciar temporalmente a la seguridad.
SHEEHY, Gail