¿Quién es el más implicado?
Es frecuente que las personas valoremos en los demás su implicación en algo, sea un asunto personal o un proyecto profesional por algunas actitudes y comportamientos externos que observamos. No es mala práctica, ya que es difícil hacerlo de otro modo, pero según como sea nuestro mapa mental eso nos puede inducir a error, ya que podemos estar viendo tan solo un reflejo de nosotros mismos.
Muchas veces a las empresas les preocupa el nivel de implicación de sus trabajadores. Buscan maneras de saber hasta que punto los trabajadores están implicados en el proyecto de la empresa y tratan de encontrar sistemas para motivarlos a trabajar más y mejor. Se pasan test de todo tipo, se ponen objetivos, se hacen evaluaciones del clima laboral, etc… No estoy muy segura de que los parámetros que se utilizan para saber el grado de implicación estén siempre acertados. Me gustaría, para ilustrar de que estoy hablando compartir una anécdota que leí en el magnífico libro de Santiago Álvarez de Mon, La lógica del corazón, que creo que puede ser muy ilustrativa:
Alvarez de Mon había sido invitado por el Decano de una escuela norteamericana a una entrevista con dos de los profesores de la misma. Uno de ellos se despachó a gusto, criticando de manera incisiva la estructura organizativa de la escuela, las normas y métodos de trabajo, el sistema de retribución, etc… El otro no dijo nada. Al marcharse los profesores el Decano y Alvarez de Mon tuvieron la siguiente conversación:
– ¿Qué le parece?
– Tienes un problema- le dijo A.de Mon
– ¿Con quién?
– Con ese profesor que está harto y enfrentado a muchas facetas de la escuela.
El Decano, más listo y sagaz que A. de Mon (son sus propias palabras, no es un juicio personal) le dijo: No me agrada nada lo que he oído, pero si te soy sincero tiene parte de razón. Además, me lo dice frontalmente, se enfada de verdad, señal inequívoca de que la escuela todavía le importa mucho, le duele en el alma. El que me preocupa seriamente es el segundo profesor. Ha optado por lo peor, por un silencio displicente, por una indiferencia interesada, por un escepticismo irreversible. La escuela ya no le interesa, tal vez porque hace tiempo que la utiliza para sus intereses particulares.
Esto me hace pensar en El despido interior , el libro de Lotfi EL-Ghandouri en el que nos explica el proceso que algunas personas sufren desde que entran en un trabajo con ilusión y motivación hasta que después de ver truncadas todas sus expectativas y con un margen de maniobra cercano a cero deciden renunciar a sus ilusiones profesionales y resignarse. Se quedan “calentando la silla”.
Este proceso de despido interior (lo que le sucedía presumiblemente al segundo profesor) suele venir dado por una secuencia de acontecimientos en que la persona, por motivos diferentes, va dejando de sentirse implicado en la organización, va sintiendo sus expectativas defraudadas y no ve posibilidades de poder cambiar nada. Siente que su círculo de influencia es prácticamente nulo. Igual sus intentos previos no han obtenido ningún resultado. Finalmente opta por la apatía. Puede parece un asunto baladí, pero es algo muy grave ya que una vez se ha llegado a ese punto, es difícil el retorno, la recuperación de esa persona en esa empresa. En general, lo más probable es que la persona acabe marchándose en cuanto tenga una oportunidad.
Si hacemos un paralelismo a la vida personal, sería un caso parecido al que sufren algunas parejas que tras una época de discusiones y ante la imposibilidad de llegar a algún tipo de acuerdo, optan por dejar de discutir. Puede parecer que con eso la situación ha mejorado, pero es frecuente que lo único que hayan hecho es el equivalente al “despido interior”, ante la imposibilidad de hacer nada para cambiar la situación, me resigno. No suele ser un buen presagio del futuro de la pareja.
Ese proceso de despido interior es el que debe evitarse en una organización y no preocuparse tanto por “medir la motivación”. Si haces las cosas bien no necesitarás medir la motivación. Y si tienes que medirla es que posiblemente algo no has hecho como debieras…. Por eso sistemas que te permiten conectarte como el de Zyncro, crear redes internas, saltarte jerarquías y escuchar a todos pueden ser una gran manera de saber lo que en realidad les preocupa a tus “colaboradores”. Porque el único modo de crecer como empresa es sentir que los “trabajadores” son personas que colaboran contigo y escucharlas de verdad, no sólo como una “pose”. Tal vez descubras algo inesperado.
De lo que estamos hablando es de principios de horizontalidad, de transparencia, que cada vez están más presentes en nuestra sociedad aunque muchas élites se nieguen a aceptarlos como muy bien explicaba el otro día en un post Antoni Gutierrez- Rubí (Élites desconectadas) . Pero les guste a algunos o no, hacia ahí vamos. Puedes intentar mantener las riendas sujetas durante un tiempo, pero al final, tendrás que rendirte a la evidencia. Las personas tienen voz y quieren ser escuchadas, no puedes mantenerlas al margen de las decisiones, del control de sus propias vidas eternamente. La sociedad 2.0 ha venido para quedarse.
Y si en tu empresa no te escuchan, si estás en una estructura antediluviana, siempre te queda el camino de emprender. 😉
¿Te sientes (o te sentiste) implicado en tu empresa? ¿has sentido alguna vez el despido interior?
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Mertxe Pasamontes
Comments
Hola Mertxe,
he sentido el despido interior justamente en mi trabajo y como veo el panorama que no es nada alentador he optado por buscar alternativas para soportar el día a día siguiendo en el mismo puesto.
Curiosamente cuando me he relajado, he quitado hierro al asunto y he podido sentir agradecimiento por el empleo que me ofrecen cada día he podido recibir algún reconocimento de mi buen hacer. Supongo que tendrá que ver la motivación que le doy aunque no se trate del empleo de mis sueños y mi deseo de hacer las cosas lo mejor que sé.
un abrazo
muy buen post, que buena descripción de ese despido interior, viví esa etapa hace tiempo pero creo que es posible (y necesario) volver a ilusionarse con otros proyectos. la vida es corta y hay que aprovechar el tiempo.
Y sí creo que definitivamente la sociedad 2.0 va a establecerse
Mertxe,
Muy bueno…el mal de una empresa es no escuchar a sus colaboradores…pero como se hace esto en las grandes empresas que tienen muchos responsables,jefes de equipo, jefes de depto y directivos..y…etc…y en la que la comunicación se pierde y no se coordina nada..ya que todo depende de la eficacia, de la productividad y de los tiempos de entrega…. llega un momento que los responsables que tienen personas a su cargo a veces son tan técnicos que no han tenido tiempo de ser formados para llevar personas, y estan tan estresados en sus nuevas funciones que no son consciente que llevan personas a su cargo también..no sólo sus tareas y objetivos…todo esto crea un circulo vicioso…que luego es muy dificil de deshacer….SE NECESITA TIEMPO Y DEDICACIÓN…
En mi opinión hay dos tipos de empleados…aquellos que han dimitido sin saberlo y cada día van a trabajar…y aquellos que cada día se incorporan a su sitio de trabajo como si fuera el primer día…reinventandose a veces y aceptando que mientras estan allí van a dar lo mejor….
como bien dices, esto es igual en la pareja….nada es para siempre y hay que cultivarlo cada día…. hay que dedicarle tiempo a los colaboradores y aprender juntos…es como educar a los niños o cuidar plantas ….diria yo… dedicación, perseverancia y ganas…muchas ganas…el resultado ES INCREIBLE PARA TODOS.
Bueno, no me enrollo más….genial tu post as always…me encanta leerte¡¡¡
un saludo a tod@s¡¡
Merche
Descripción muy buena del mal de muchas empresas.
“Despido interior”. Me guardo este concepto que, por desgracia, he visto tantas veces repetido y que nunca he sabido definir.
La desilusión de sentir cómo tus expectativas no se ven realizadas. Ahora bien, ¿quizá no debieras haber supuesto que tus expectativas eran las de la empresa? A veces, ahí está el origen de ese desencanto…
Para variar, me ha encantado la reflexión, Mertxe. Un saludo…