Un cuento para Sant Jordi (I)

El niño y el ser que parecía un delfín
Había una vez un niño que vivía en una isla rodeada del inmenso mar y no se sabía por qué motivo había perdido la alegría. Nuestro pequeño amigo se sentía solo y triste, ya no disfrutaba de los juegos como antes. Los amigos le llamaban para jugar pero él no tenía ganas de ir. Sus familiares le decían que se animase pero él no sabía cómo hacerlo. Tan sólo sabía que en su interior habitaba una pena oscura, un saquito lleno de lágrimas que muchas veces querían derramarse. En realidad él no quería sentirse así pero no sabía qué hacer para evitarlo. A veces sucede en la vida que queremos cosas pero no sabemos el modo de conseguirlas y eso nos hace sentir diferentes a los demás. Nuestro pequeño amigo se sentía de ese modo.
Un atardecer rojizo mientras estaba sentado en la playa, con los pies metidos en el agua una lágrima se derramó por su mejilla y fue a caer al mar. Al juntarse esa lágrima salada con el agua del mar se produjo una especie de remolino y un extraño ser apareció de entre las aguas. Nuestro pequeño amigo aunque estaba triste tenía un corazón valiente y no se asustó por ello. El ser que había surgido de entre las aguas, tenía una cabeza que recordaba un delfín pero su cuerpo no era como el de un pez. Miro al niño y le sonrió, con esa sonrisa eterna que parecen tener los delfines. ¿Qué te pasa? le dijo al niño. El niño se desanimó un poco, ya que esa era la pregunta que le hacía todo el mundo y a la que él no sabía responder. Pero el inteligente ser que parecía un delfín entendió al niño con sólo mirarlo. ¿Quieres que vayamos a dar un paseo? Y el niño aceptó.
De repente se vio sumergido en las profundidades marinas. Nunca había experimentado una sensación como esa. El ser que parecía un delfín le iba señalando diferentes cosas: Los peces de colores que nadaban en bandadas, con sus movimientos ondulantes que parecían una danza, los corales rojos y blancos y algunos hasta azules, las algas cimbreantes y todos y cada uno de los seres de las profundidades marinas. El niño estaba encantado con todo lo que veía y por primera vez en mucho tiempo una pequeña luz de esperanza asomaba a sus tristes ojos.
En ese momento el ser que parecía un delfín le hizo entrar en una cueva muy grande. Dentro de la cueva había muchos sacos y unas grandes cisternas que bellas sirenas custodiaban. De la cisterna más grande salía una especie de tubería inmensa. El niño no entendía nada de lo que era eso. El ser que parecía un delfín le pidió que se acercase a uno de los sacos que una de las sirenas volcaba dentro de una cisterna.
– Mira ahí – le dijo – ¿Sabes qué es eso?
– No -respondió el niño casi en un susurro.
– En estos sacos guardamos todas las lágrimas que tienen en su interior todo los niños del mundo. Las traemos aquí y las vamos volcando en las cisternas. Cuando se mezclan con el agua del mar ésta se vuelve salada y permite la vida y el alimento de todos esos seres maravillosos que tú has visto. Las sirenas controlan todo ese proceso porque si el agua esta demasiado dulce pierde su alimento pero si está demasiado salada los peces se asfixian y mueren.
Nuestro pequeño amigo de repente comprendió. Llevó una mano hacia su corazón y sin saber cómo allí apareció ese saquito de lágrimas. Se lo entregó al ser que parecía un delfín. La sonrisa del ser se hizo todavía más amplia.
– Veo que has comprendido mi pequeño amigo. Eres un niño muy inteligente y valiente.
El niño titubeó un momento, casi no se atrevía a realizar las preguntas que rondaban por su cabeza, pero finalmente las hizo : ¿Y qué hago si alguna vez necesito las lágrimas?¿ Y qué hago si se acumulan otra vez en mi interior?
– No tienes que preocuparte de eso – le dijo el ser que parecía un delfín. Si alguna vez las necesitas, si de verdad las necesitas, las lágrimas aparecerán en tus ojos. Pero sólo las que necesites. Y si en algún momento sientes que se acumulan en tu interior sólo tienes que acercarte al mar poner tu mano en tu corazón y arrojar al mar tu saquito de lágrimas para que nosotros podamos seguir viviendo.
El niño asintió con la cabeza. El ser que parecía un delfín lo acompañó de nuevo a la superficie y se despidió de él con su sonrisa eterna. Ahora el niño también sonreía. Y poco a poco, volvió a jugar con sus amigos, a disfrutar del sol y de la lluvia, a correr y a reír. Los que le rodeaban no sabían que había sucedido pero se sentían tan felices de ver al niño que preferían no preguntarle el motivo.
Y cuentan en la isla que el niño vivió muchos años siendo una persona feliz y que repartía amor y felicidad entre los demás. Y algunos aseguran haberle visto acercarse de vez en cuando al mar y arrojar algo en él pero nadie ha podido nunca ver qué es lo que tira.
Mertxe Pasamontes
Comments
Pues no está nada mal!!
Un abrazo,
Julio.
Te quedado muy bonito ,,,,,mereces ponerlo junto con otros para hacer un libro de cuentos felicidades.
M’HA AGRADAT MOLT. he possat l’enllaç al meu fcbk. i procuraré, quan calgui donar unes llagrimes per tal que els animals del mar puguin viure, i animar-me jo …
Me ha encantado este cuento. Realmente es muy bonito. GRACIAS.
La fuente, que es promesa, el mar sólo la cumple.
CERNUDA, Luis
A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara una gota.
TERESA de CALCUTA, Madre
¿Para cuando el libro de cuentos?
Un tesoro de amiga deposito en mi buzón esta preciosa historia. No suelen bastar las palabras para expresar la inmensidad de un sentimiento, tan solo estas lagrimas sinceras y necesitadas que brotan de mi, mejillas abajo, son la prueba evidente de que llegaste al alma.
Ojala diera de mas mi magia con las palabras para lograr hacerte llegar lo agradecido que estoy de encontrar en mi camino a personas como tú.
Ahora voy a revisar el resto de tu blog que me da la sensación de que esconde multitud de tesoros escondidos y mas de una perla de sabiduría.
Un saludo cordial y un abrazo de cariño.
Att. Víctor Paris.
Gracias por tus palabras, fueron historias explicadas desde el corazón.