Vivir disfrutando de vivir
Vivir el momento, disfrutar el aquí y ahora, el carpe diem, vivir disfrutando son todos esos conceptos que leemos una y otra vez y nos proponemos llevar a cabo la mayoría de las veces sin éxito. Porque el ritmo de lo cotidiano, las obligaciones y las autolimitaciones, nos empujan a proyectarnos al futuro haciéndonos olvidar que el único momento real es el presente.
Hay algunas personas afortunadas que viven la vida intensamente, que consiguen que la vida les quite el aliento. Personas que practican deportes de riesgo, que tienen profesiones artísticas o creativas, que hacen algo que les apasiona, etc. No siempre llevan un estilo de vida convencional y es posible que no sean ejemplos fáciles de seguir. E incluso es posible que no haga falta fijarse una meta tan alta pues de lo que se trata es de vivir con intensidad y para eso no hace falta tirarse en paracaídas. Aunque eso sí, nos sirven como ejemplo por lo vistoso de su estilo de vida.
La mayoría de la gente no entra en esa categoría y vive una existencia a medio gas, esperando que llegue no se qué fecha o se cumpla no se qué meta para poder disfrutar y ser felices. Y mientras tanto los días se pasan, respirando lo justo para sobrevivir, olvidando la máxima coge las rosas mientras puedas….Porque la única certeza que tenemos es que venimos al mundo con fecha de caducidad y que nadie tiene asegurado el mañana.
Lo que de verdad importa es sentir la conexión con la vida y un cierto grado de intensidad en nuestras vivencias. Lo que es intenso para unos no lo será para otros obviamente, pero cuando lo experimentamos sabemos lo que es. Incluyo la intensidad porque es un modo de que la experiencia nos impacte, que la vivamos con todos los sentidos y con el cuerpo, dejando a la mente en segundo plano. Porque una experiencia intensa se vive principalmente con el cuerpo y con la emoción. La mente es buena para otras cosas, pero no para sentir la experiencia con plenitud.
Y para eso hay que vivir a diario, sin esperar días especiales, ni hitos que cumplir. Porque la vida se desarrolla en el día a día, los momentos especiales son como los fuegos artificiales, muy bonitos y espectaculares, pero efímeros. Por eso hay que disfrutar de cada pequeña cosa, del aroma del café por la mañana, de la caricia del sol sobre la piel, del frescor de la lluvia, del amor de los tuyos, de poder trabajar, de poder descansar, en definitiva, de estar vivo. Y para eso hay que reducir el ritmo, pues no se puede disfrutar corriendo de un lado a otro. Y tal vez para ello hay que reducir aquello que consideramos necesidades.
Y no hablo por hablar. Es algo que llevo practicando desde hace ya bastante tiempo. Yo era de esas personas con tendencia a pensar más en el futuro que en el presente. Con muchas “metas importantes” que cumplir. Con mucho esfuerzo a realizar para conseguirlas. Pero todo eso me provocaba tensión y me restaba capacidad de sentir placer en el día a día. Poco a poco fui relajando la exigencia, las metas a cumplir, los hitos que conseguir…Y descubrí que lo que tenía que ser ya lo soy, que el placer y el goce me espera a cada instante si yo permito que así sea, que las metas están bien para tener un lugar hacia dónde ir, pero que lo importante de verdad es disfrutar el camino…Mucho de ese aprendizaje se lo debo al contacto con los caballos, a entrar en otro ritmo más natural, más conectado con nuestras verdaderas necesidades como seres no solo mentales, sino también instintivos y emocionales.
Desconozco si esto es aprender a vivir, pero lo que sí que sé es que soy más feliz y estoy mucho más relajada. Por eso sólo puedo preguntarte: ¿Disfrutas de tu vida o espera a que suceda algo?
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Mertxe Pasamontes
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En nuestros locos intentos, renunciamos a lo que somos por lo que esperamos ser’ (Shakespeare)