¿Manejas bien tu reputación?
Uno de los efectos perversos y/o maravillosos que ha tenido la eclosión de las Redes Sociales y el mantenimiento de los Blogs (porque ya os puedo asegurar que no han muerto…) es que la reputación ha pasado de ser algo del ámbito más privado o personal o incluso patrimonio de los famosos o personas muy conocidas, a ser algo que se ha convertido en público para muchas personas de a pie. Tu reputación, que hasta hace unos años era algo que conocía tu familia, tu pequeño círculo profesional y amigos, es ahora, si estás en las Redes Sociales, una cuestión que puede interesar a mucha gente. Y también un tema a tener en cuenta en muchas empresas que antes ejercían ese control de manera unidireccional, con notas de prensa o comunicados y que ahora se encuentran en la obligación de conversar con sus clientes.
Es obvio pues que estamos ante una situación diferente y más compleja, en la que participan múltiples actores y circunstancias, muchas de las cuáles no se pueden controlar fácilmente. Por eso es curioso el artículo de Javier Marías, Quién quiere reputación en el que cuestiona la utilidad de preocuparse por la reputación cuando al final, una situación que incluso puede ser fortuita, puede ser aquello por lo que te recuerde la gente. Os recomiendo leerlo, aunque creo que no es aplicable en todos los casos o tal vez no siempre del modo en que él lo explica. A pesar de que estoy de acuerdo que en ciertas instancias, muchos pasan del tema de la reputación pues les sale más a cuenta que hablen mal de ellos y seguir cobrando que lo contrario.
A día de hoy para muchos de nosotros, como bien dice mi amigo Andrés Pérez, la reputación es algo que se construye día a día, paso a paso, en cada uno de nuestros actos. Tiene que ver, en nuestra labor profesional, con ser un profesional fiable, alguien en quién se puede confiar. Con tener una coherencia y una congruencia entre lo que dices y lo que haces, que se transmite en la mayoría de nuestros actos. Lo mismo sucedería en nuestra vida personal. Una “buena persona” o un “buen amigo” es fácilmente reconocible, tiene unos valores y unas actitudes que lo diferencian de otros. No solemos equivocarnos por demasiado tiempo a la hora de escoger buenos profesionales o buenos amigos.
Los problemas en la reputación, suelen venir por dos lados: uno, que ya he comentado en otras ocasiones, es cuando tratamos de ser quién no somos. En esa situación, esa falta de coherencia interna se acaba manifestando externamente y provoca que los demás se den cuenta de que algo “no cuadra”. Ese descuadre acaba en ocasiones en una crisis de reputación o dicho de un modo diferente, en una crisis de confianza. Para un profesional puede ser fatal pues resulta muy difícil recuperarse si la cosa ha sido grave.
El otro, es un problema más íntimo y tiene que ver con un exceso de ego o de apego al mismo. La parte de nosotros que está más preocupada por nuestra reputación, por lo que los demás pensarán de nosotros, es el ego. Y no se trata de que no tengamos que tener nada de ego, pero tal vez estaría bien que pudiéramos relativizarlo, que no nos atrape, que no nos angustie tanto. Os voy a contar una antigua historia de la India que tal vez explique mejor este punto:
Había una vez un gran escultor, cuyo arte era tan perfecto que cuando hacía la estatua de un hombre, era complicado distinguir quién era el hombre y quién era la estatua. Era una obra tan realista y tan viva que causaba gran admiración.
Un día llegó un astrólogo a la ciudad y le predijo que se acercaba su muerte, que muy pronto iba a morir. Al artista le entró mucho miedo, se asustó tremendamente y empezó a pensar maneras de evitar su muerte, ya que había sido advertido de ella. Después de mucho pensar, decidió realizar once estatuas de sí mismo y en el momento en que la Muerte llamó a su puerta fue a esconderse entre ellas. Dejó de respirar para pasar desapercibido.
La Muerte estaba perpleja, no podía creer a sus propios ojos. Esto no le había sucedido nunca; ¡era tan raro!. Dios no creaba a los seres humanos en cadena, no era posible que existieran doce copias de la misma persona. Allí sucedía algo extraño. Y sólo podía llevarse a uno….Como no podia decidirse, la Muerte, nerviosa y preocupada se marchó a preguntarle a Dios: ¿Qué has hecho? Hay doce personas iguales y se supone que sólo tengo que traer a una. ¿Cómo debo escoger?
Dios se echó a reír. Le dijo a la Muerte que se acercara y pronunció la fórmula en su oído, la llave para saber como encontrar lo real a partir de lo irreal. Le dió un código secreto y le dijo: – Vete y pronúncialo en esa habitación en donde el artista está escondiéndose entre sus propias estatuas.
La Muerte, aún preocupada, preguntó: ¿Seguro que funcionará?
– No te preocupes- le dijo Dios- simplemente ve y prueba.
La Muerte se fue sin estar del todo convencida de si iba a funcionar. Entró en la habitación, miró a su alrededor y sin dirigirse a nadie en particular dijo:
– Señor, todo es perfecto excepto una cosa. Lo ha hecho muy bien, pero ha fallado en un punto. Hay un error.
El artista se olvidó completamente de que estaba escondiéndose. Saltó y dijo:
– ¿Qué error?
La Muerte se echó a reír y dijo: – Te pille!! Éste es el único error: no te puedes olvidar de ti mismo. Vamos, sígueme.
Como en el cuento, a veces estamos demasiado apegados a nuestro ego, excesivamente preocupados por el qué dirán, por el reconocimiento ajeno. Y aunque, como el artista, sepamos que no podemos agradar a todos, nuestro ego se resiente. El problema de este apego al ego es que muchas veces provoca que las personas, empiecen a dejar de ser ellas mismas y actúen según su fantasía. Es decir, creen saber lo que los demás esperan de ellos y actúan en consecuencia. Están atrapados en su propia imagen ideal, que equivocadamente creen que es su reputación. Ahora que ya llevo tiempo rondando por las Redes Sociales he visto más de un caso de personas, que una vez han alcanzado cierto estatus, ha sido devoradas por el personaje que ellos mismo habían creado. No son ya auténticas, son clones de sí mismos, se repiten, se encartonan.
Aprender a jugar en los dos terrenos es complicado pero no imposible. Una cierta dosis de ego, puede ser útil socialmente, pero un exceso nos asfixia. Cuando hacemos las cosas que realmente nos surgen de nuestro interior, con honestidad, sin pretender nada, simplemente porque creemos que así ha de ser, dejando que fluyan de manera natural, los resultados llegan. Llegan porque realmente están conectados con nosotros, no porque los hayamos forzado. Y entonces no debemos preocuparnos de nuestra reputación ni de las consecuencias de un comentario malicioso, pues todo ello está de verdad alineado y es congruente. Cuando sólo pretendemos seguir en ese Yo Ideal que es aplaudido, cualquier error resquebraja la reputación, pues estaba montada sobre una base falsa.
Es una diferencia que exteriormente puede ser muy sutil, pero que interiormente parte de dos lugares totalmente opuestos. Sólo tu sabes desde dónde te proyectas y por tanto, cuanto hay de sólido en tu reputación. Así que la respuesta a la pregunta del título es obvia: la reputación no se maneja, se proyecta desde dentro en cada uno de nuestros actos.
Por eso voy a hacerte estas preguntas: ¿Estás muy apegado a tu ego? ¿ Crees que te anula tu Yo ideal?
Si quieres puedes escuchar el post en formato podcast:
Comments
No sé cuán apegada estoy a mi ego, porque la respuesta surge de mi ego y por tanto, desconfío. Hay indicios objetivos (me gusta que mi klout suba, me gusta tener seguidores, me gusta que me hagan RT etc).
Pero, trato de luchar contra ello, no dejando, por ejemplo, de hacer o de decir algo por miedo al “que dirán”. Ni trato de subirme a caballo de las modas o de lo que se supone que la gente quiere escuchar. Es decir, trato de preservar mi libertad de pensamiento y de expresión. Por supuesto que no siempre digo lo que pienso pero es más por temor a herir que por ocultarme. La represión necesaria para vivir en sociedad.
Los juegos de mantener un personaje divorciado de mi persona, me resultan muy complicados e imagino que demandan mucha energía, que necesariamente se sustrae de otra parte, por ejemplo de buscar conectar con lo que realmente te hace feliz.
No es fácil de responderte Paula. Casi todos hablamos la mayor parte del tiempo desde nuestro ego. pero cuando tienes conciencia de ello, como en los ejemplos que normbras, ya tienes un paso dado. A parti de ahí hay que seguir trabajando ene ello, posiblemente toda la vida.
Atiende y ofrece servicio de tal o igual manera como el que te gustaría recibir.
ser coherente y honesto es fundamental para generar confiabilidad y seguridad en los que trabajan contigo. y con bien dices Mertxe que me encanta
“Cuando hacemos las cosas que realmente nos surgen de nuestro interior, con honestidad, sin pretender nada, simplemente porque creemos que así ha de ser, dejando que fluyan de manera natural, los resultados llegan”