¿Eres adicto a tu Ego?
De vez en cuando vuelvo sobre el tema de lo que llamamos el Yo ideal, o el Ego, o el personaje. Le demos el nombre que le demos hemos de ser conscientes de que gran parte de nuestro sufrimiento proviene de ahí y conocer ese hecho es algo que nos puede ayudar a vivir más tranquilos y a ser algo más felices. Ya he comentado otras veces que definir que entendemos por Yo ideal no es sencillo, pues la frontera entre ese Yo ideal y el Auténtico no es una línea clara y marcada, sino algo que hay que ir descubriendo y sacando a la luz, casi como si fuéramos restauradores que estuviéramos trabajando en una pintura de gran valor. Si fuéramos restauradores, con enorme cuidado, rascaríamos los añadidos que los diferentes autores le pusieron a la obra, rasparíamos la suciedad acumulada durante muchos años y finalmente podríamos sacar a la luz la obra original que el artista realizó.
Conocernos a nosotros mismos requiere un trabajo concienzudo y delicado como el de los restauradores y que como he dicho otras veces, suele requerir de ayuda externa. Pero el premio, como en el ejemplo expuesto, es poder ver la obra original, sin añadidos, en todo su esplendor. Como sucede con la pintura, nosotros con los años, vamos añadiendo capas a nuestro Yo auténtico. Algunas, para adaptarnos al mundo y ser aceptados por los demás, empezando por los padres o figuras de referencia y continuando por el resto de personas con las que nos vamos relacionando. A decir verdad esas capas para conseguir “aceptación” son la mayoría de las que constituyen el Ego, como esos ropajes que se pintaron a posteriori en algunos cuadros en que la desnudez resultaba ofensiva para algunos. Nuestro Yo auténtico también se siente desnudo y se cubre de telas y velos para ocultarse de miradas impúdicas.
Otras capas son puestas por nuestras experiencias, sobre todo aquellas que nos marcaron de una manera más profunda. Esos momentos de dolor o que no supimos resolver, son nuestras rascaduras y además está ese polvo que se va acumulando y apaga los colores originales, haciendo la obra más sombría y restándole vida. Por todo ello, con el paso de los años, de aquel Yo lleno de vida, ilusiones y autenticidad, sólo podemos ver una parte y el resto anda oculto bajo esas capas añadidas. Obviamente hay capas de muchos tipos, algunas son tenues y nos permiten vislumbrar con bastante facilidad cuál sería la obra original. Otras veces, se ha pintado de nuevo sobre el cuadro, quedando la obra original totalmente oculta.
Si asumiéramos que esto es así y trabajáramos como esos restauradores, en nuestra “restauración” interior, sería un trabajo arduo, pero estaríamos por lo menos encauzados, en un camino de crecimiento. Estaríamos cada vez más cerca de descubrir el tesoro que se esconde bajo esas capas de añadidos. El problema es que muchas personas, han realizado tanto esfuerzo en repintar la obra original, que se han enamorado de esa obra falsa, de esos añadidos. Ya no recuerdan que bajo esa pintura negra hubo un día un paisaje colorido. O que bajo ese retrato de colores chillones, hubo en el pasado un ser más reflexivo y profundo. O que debajo de esa figura de aires rubenianos, hubo alguna vez una esbelta figura. O que bajo esa apariencia arrogante, hubo en el pasado un ser sensible. Los ejemplos serían muchos para citarlos a todos pero lo que tienen en común, es esa “adicción” al Ego, ese enamoramiento del falso Yo .
Me gustaría que leyerais este antiguo cuanto de la India:
Era un hombre que había sido encarcelado. A través de un ventanuco enrejado que había en su celda gustaba de mirar al exterior. Todos los días se asomaba al ventanuco, y, cada vez que veía pasar a alguien al otro lado de las rejas, estallaba en sonoras e irrefrenables carcajadas. El guardián estaba realmente sorprendido. Un día ya no pudo por menos que preguntar al preso:
–Oye, hombre, ¿a qué vienen todas esas risotadas día tras día?
Y el preso contestó:
–¿Cómo que de qué me río? ¡Pero estás ciego! Me río de todos esos que hay ahí. ¿No ves que están presos detrás de estas rejas?
Como en el cuento, muchos viven tan apegados y aferrados a su Ego, que no sólo están en cautiverio, sino que ni siquiera pueden ver que lo están. El primer paso para el cambio consiste en reconocer y ver ese cautiverio. En mirar el cuadro y darse cuenta de que hay muchas pinceladas que sobran, que no son necesarias y que debajo hay algo mucho más valioso. Pues la verdadera autoestima no proviene de haber puesto muchas capas al cuadro, sino de conectar profundamente con lo que hay debajo.
¿Crees que eres adicto a tu Ego? ¿Puedes por lo menos verlo?
Mertxe Pasamontes
Comments
Mertxe, una pregunta: si el ego surge para protegerte, el despojarte de velos, no deja al yo auténtico demasiado inerme? Se puede estar en contacto con eso más esencial sin sufrir demasiado?
Buen artículo. Sí, creo que “todos” somos adictos al ego. Gracias por tu post.
Hola Paula. Se puede estar en contacto con lo más esencial sin sufrir demasiado, pero hay que hacerlo guiado y con sumo cuidado. Es una parte muy muy delicada. 🙂
El ego se aprovecha con gran maestría de nuestro miedo fundamental a perder el control y a lo desconocido. Así, podemos decirnos: «Verdaderamente, tendría que renunciar al ego, me hace sufrir muchísimo; pero entonces, ¿qué va a ser de mí?».
Y el ego argumenta persuasivamente: «Ya sé que a veces soy un estorbo, y créeme que comprendo que quieras prescindir de mí. Pero, ¿de veras lo quieres? Piénsalo bien: si me voy, ¿qué va a ser de ti? ¿Quién se ocupará de ti? ¿Quién te cuidará y te protegerá como lo he hecho yo todos estos años?
Aunque fuéramos capaces de advertir las mentiras del ego, nos asusta demasiado abandonarlo. Sin un verdadero conocimiento de la naturaleza de nuestra mente, de nuestra verdadera identidad, no tenemos otra alternativa.
Me da la impresión que como especie aun somos bastante “naturales”, y conceptos como el yo me parece tienen que ver con estadios un poco más “avanzados”.
Y en éso estamos todos como individuos (en grupos de a uno), cada quien a su manera, dentro de sus posibilidades, no en otras.
Y son el viento, la lluvia, el sol los elementos que moldean el “paisaje”, la diferencia es que casi estamos llegando ya a un mundo donde podemos moldearnos los unos a los otros, para en un proceso que vendrá más adelante, cada quien ponga su toque “personal” a esa obra colectiva llamada humanidad ¿de qué otra manera sobreviviremos como grupo a la extinción de las estrellas?
No podemos maldecirnos ni despreciarnos, lo que somos somos, y lo que paso paso, además, mal que bien, somos nosotros mismos lo que sea que seamos. A lo mejor lo que sí podemos hacer es pensar en lo que nos gustaría que dijera la lapida, esa corta frase que lo dice todo… y mientras tanto, estar lo más cerca posible de nosotros y por ende de los demas, reconociendo la realidad tal cual con tan sólo un “detalle”: tener una razón de ser (para no ser tan naturales) y un sueño que plasme esa razón, viviendo ese sueño cada instante, siendo nosotros mismos el sueño… compartiendo otros sueños.
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Y para no ser tan trascendentales y vivir la realidad los invito a disfrutar unas Volunteer Vacation que es una forma de compartir, al menos a mi me gusta.
Yo soy un ser perfecto
Yo soy luz, yo amo a la luz, yo bendigo a la luz
TE AMO, PERDÓN, GRACIAS
Tengo la sensación de que ahora se llama ego a lo que antes se llamaba diablo. El ego parece una especie de diablo internalizado, una especie de satanás laico con toques orientales.