¿Es lo que te sucede real o sólo una proyección tuya?

Solemos ir por la vida con una certeza bastante grande de que las cosas que nos suceden pasaron tal y como nosotros las vivimos en «nuestra cabeza». A pesar de que hayamos leído y oído hablar bastante de los mapas mentales, de como nos montamos un modelo del mundo en nuestra cabeza, un marco mental y filtramos la realidad a través de él, nuestra impresión subjetiva, es que lo que estamos viendo es lo que está pasando. Nos resulta duro e incómodo, pensar que es posible que una parte de la realidad que vemos sea construida por nosotros, que ahí fuera de nosotros mismos, esté pasando algo diferente a lo que estamos viviendo dentro de nosotros mismos.
Hay experimentos muy interesantes sobre la percepción que nos explican como nuestro ojo no ve, el que “ve” es nuestro cerebro. Nuestro cerebro tiene una enorme capacidad de procesar información en crudo y extraer significado de ella. Y es también un maestro al ayudarnos a crear una sensación de realidad a pesar de que de hecho sólo vemos con precisión por un punto central del ojo, la fóvea, que alcanza aproximadamente unos 2 grados de campo visual aunque nuestro cerebro nos hace creer que vemos con exactitud 180 grados.
La parte que no vemos con precisión, la intuimos o procesamos con los movimientos sacádicos de los ojos. Estos movimientos nos permiten percibir fragmentos de la realidad (los que la fóvea percibe con precisión) y reconstruir el resto, siendo nuestro cerebro el encargado de devolvernos una imagen del mundo con sensación de continuidad. Estos movimientos sacádicos son inconscientes pero no aleatorios puesto que de ellos dependió que pudiéramos formarnos una imagen bastante ajustada a la realidad, lo que permitió en su momento la supervivencia de la especie.
Si esa imprecisión y construcción proyectada ya sucede en el nivel más elemental de la percepción, suponte como conforme subimos a niveles más elevados de procesamiento y entran en juego nuestras creencias y mapas del mundo, cada vez estaremos construyendo más y percibiendo objetivamente menos.
Pero para salirnos de este nivel más «científico» que puede resultar un poco confuso, vamos a verlo explicado a través de un cuento tradicional de la India recoplado por Ramiro Calle en 101 cuentos tradicionales de la India, que dice así:
Era un yogui errante que había obtenido un gran progreso interior. Se sentó a la orilla de un camino y, de manera natural, entró en éxtasis. Estaba en tan elevado estado de consciencia que se encontraba ausente de todo lo circundante.
Poco después pasó por el lugar un ladrón y, al verlo, se dijo: “Este hombre, no me cabe duda, debe ser un ladrón que, tras haber pasado toda la noche robando, ahora se ha quedado dormido. Voy a irme a toda velocidad no vaya a ser que venga un policía a prenderle a él y también me coja a mí”. Y huyó corriendo.
No mucho después, fue un borracho el que pasó por el lugar. Iba dando tumbos y apenas podía tenerse en pie. Miró al hombre sentado al borde del camino y pensó: “Éste está realmente como una cuba. Ha bebido tanto que no puede ni moverse”. Y, tambaleándose, se alejó.
Por último, pasó un genuino buscador espiritual y, al contemplar al yogui, se sentó a su lado, se inclinó y besó sus pies.
Así como le sucede a los personajes del cuento, cada uno proyecta la realidad que lleva dentro. Nos resulta muy difícil ser objetivos y ver lo que realmente está sucediendo ahí fuera. Como ya comenté en Cinco maneras de ser más objetivos, la mayor parte del tiempo estamos viendo fuera aquello que estamos viendo dentro. Claro que hay realidades objetivables y evidencias científicas. pero incluso ahí, nuestra cabeza pone un filtro en cómo respondemos a ello. Sólo hay que pensar que en ciencia, se utiliza la metodología del doble ciego, para evitar que las expectativas del experimentador influyan en los resultados del experimento. Así de influenciables somos.
Y ser influenciable no es ni malo ni bueno. Tiene, como todo sus ventajas e inconvenientes. Lo importante es ser conscientes de que lo somos, de que nuestro marco mental está filtrando la realidad, que nuestras creencias la están interpretando y que finalmente estamos proyectando afuera aquello que sucedió por dentro. Pues ese es el primer paso, no ya para ser objetivos, pero sí para darnos la oportunidad de creer que hay otras lecturas para esa situación y por tanto otras opciones de respuesta posible. Porque al final, lo que te va a servir es ampliar tu abanico de respuestas. Pues eso te dará nuevas experiencias y a partir de ahí tendrás de nuevo, como en un bucle, nuevas opciones de respuesta. Tal vez, eso te creará alguna inseguridad, pero ampliará tu margen de actuación.
Qué prefieres, ¿una seguridad falsa o más incertidumbre pero más opciones de actuar? Como siempre, tú eliges.
Mertxe Pasamontes
Escuchar podcast:
PD: Si quieres, puedes comprar mi nuevo Ebook, Rompe tus cadenas mentales. Y atrévete a cambiar.
Comments
Y además de todo lo que dices he comprobado que nos inventamos recuerdos falsos. Recuerdo con una nitidez impresionante viajar en coche de vacaciones con mi familia y que mi padre tiró mi osito de peluche por la ventana del coche porque se lo pasaba por delante de los ojos mientras conducía.
Hace unos años se lo comenté a mis padres y mi madre me dijo que yo había tirado el osito por la ventana y que habían puesto su vida en riesgo para recuperarlo…
Tremendo, no? Cómo no podemos creer ya no sólo en lo que percibimos como realidad exterior sino también en lo que recordamos.
Besos diosa!
Leyendo tu cuento te das cuenta que nada de lo percibimos es como creemos y entonces me pregunto cómo hacer para darnos cuenta de ello, si por más que lo intentemos todos verán lo que creen para ellos real.
cuanta gente que miente se termina creyendo sus propias mentiras, todo esta en la cabeza, si realmente diéramos de lado a opiniones de los demás seguramente nuestra mente seria mas objetiva, pero siempre estamos expuestos y valorandonos según la opinión que los otros tienen de nosotros, no se si tiene que ver con la autoestima
Lo que tanto te preocupa, a menudo resulta ser menos horrible en la realidad, de lo que fue en tu imaginación. Lo que tanto deseas, a menudo resulta ser menos atractivo en la realidad, de lo que fue en tus sueños, expectativas.