Reencontrarte
Se habla mucho desde hace unos años, sobre todo a raíz de estos tiempos de incertidumbre que estamos viviendo, de redescubrirse a uno mismo o incluso reinventarse. Todos son conceptos útiles, válidos y que nos pueden ayudar a conocernos mejor. Pero hoy quiero hablar de un concepto similar, el reencontrarte, pero tal vez algo más sutil, pues supone dar por hecho que alguna vez ya estuviste ahí y te marchaste sin ni tan siquiera saber que te estabas yendo. Después en los avatares de la vida te perdiste a ti mismo, sin saberlo de nuevo, sin apenas darte cuenta confundiste la máscara, el personaje construido para moverte en el mundo externo con tu yo más esencial.
Tal vez el proceso acabó ahí y a día de hoy crees estar en el lugar elegido, haciendo lo que realmente deseabas hacer. O incluso estés en el lugar al que realmente sientes que perteneces, quién sabe. Si es así y además te sientes satisfecho, fantástico, te felicito. Pero a lo mejor, a pesar de que algunas cosas salieron según lo previsto, o tal vez porque no salieron, hay algo dentro de ti que se mueve, que se agita, que te hace dudar de si realmente era eso lo que querías, o si tal vez estás cumpliendo un guión de vida que tú no elegiste.
Y para poner un ejemplo y no hablar de un modo que parezca tal vez algo vago, te voy a poner un caso concreto, a mi juicio, de reencontrarse. El domingo 2 de septiembre salió publicada una entrevista realizada a Vicente Todolí en el dominical del País. Todolí cuenta entre sus logros profesionales haber sido director durante siete años de la Tate Gallery, unos de los museos de arte moderno más importantes del mundo. Pero ya estando allí sintió esa llamada interior que a veces se produce y que en su caso le llevó a buscar refugio en su tierra de nacimiento, en una casa sencilla en el campo, en el contacto con la tierra. Hizo el cambio en pequeños pasos pues era consciente de que no puedes pasar de vivir en el frenesí de Londres a vivir casi como un eremita. Pero lo fue haciendo y ahora pasa más tiempo en su casa del campo (que no tiene ni luz, ni agua corriente, no es una mansión en el campo) y en la huerta que en los grandes museos a los que todavía asesora puntualmente. Él admite que fue una decisión radical, en sus propias palabras: si no eres radical te comen por los pies. Tienes que ponerte a ti mismo condiciones radicales, y debes cumplirlas radicalmente. Estar aquí arriba es una de esas condiciones.
Todolí fue consciente del momento en que surgió esa necesidad en su interior mientras estaba preparando la inauguración de un museo en Oporto: fue cuando tuve claro que ya no tenía que demostrar nada y que era libre, o lo que yo creía era ser libre. Me empecé a encontrar en paz y a pensar en mi vida, pero no como actividad, sino como la vida que nos lleva adentro, a la lectura, al disfrute del mundo, sin cháchara alrededor.
Todolí se encontró a si mismo y descubrió su ritmo natural: Sí, todo es cuestión de ritmo (…).cada árbol tiene su ritmo (…). Y te ayuda a aportar tu propio ritmo, de modo que no sea el tuyo el que defina el mundo, sino que sean diversos ritmos inspirados por los diferentes momentos del mundo.
Y así como hizo Todolí, todos tenemos la posibilidad de reencontrarnos, de descubrir nuestro propio ritmo, de encontrar nuestro lugar en el mundo.De sentir que estamos en sintonía con nuestro alrededor, fluyendo con el entorno y con la actividad que desarrollemos. De saber, que realmente, estamos viviendo la vida que queremos vivir. Y para eso hay que estar atento a esa voz interior, a esa llamada que a veces surge de nuestro interior y nos indica el camino a seguir. Por eso, hay que tener cuidado de no ahogar esa voz interior con el ruido exterior, con las voces y opiniones de otros o con nuestros propios miedos.
¿Crees que estás viviendo desde ti mismo? ¿Necesitas tal vez reencontrarte?
Escuchar podcast:
Mertxe Pasamontes
Comments
Me encantó!
Para los que su ego no les permite reencontrarse con su ritmo natural:
No hay guerrero, por bien armado que esté, al que no pueda encontrársele el lado flaco.
VOLTAIRE, François-Marie Arouet